Pedro Narváez

El héroe que viene

Releyendo a Kundera sin complejos asalta una frase: las metáforas son peligrosas. Pueden llevarnos al pantano de la poesía, donde las ideas se confunden, o algo peor, se hacen reales. Dejemos a los letraheridos que suden el dolor de su pluma, aunque ya no hay escritores que glosen a los reyes, ni a los señores, ni a los héroes. A veces parece que ya no hay escritores y que para cuando se abre un libro el autor se ha levantado la solapa en un gesto incógnito como si entrara en un burdel. El futuro Rey y sobretodo la futura Reina saben que entre los columnistas unos escriben en playback y otros lo hacen de ombligo y que lo mejor es no fiarse de análisis precipitados en los que el ego fagocita a la Historia. Don Felipe se encuentra ante una tarea difícil pero excitante, que un día será novelada, como la de su padre, sin que el escritor se emboce. Sólo si acierta será un gigante que sobrevive a la Odisea. Rescatemos hoy las palabras del Mio Cid, un libro anónimo con escritor dentro: «Qué buen vasallo si tuviera buen señor». El señor en este caso son los españoles que de no estar a la altura le harán fracasar y con él a la Nación a la que el Príncipe ha prometido servir. Sólo hay una vida, nos está vetado el ensayo a no ser que hagamos de la existencia una pantomima. Para que el Rey sea un héroe necesita del soplo popular que hace que un hombre corriente sea Jasón, que nos devuelve el vellocino o Teseo en lucha con el Minotauro. Por eso es necesario abandonar la «política pequeña» y la protesta caníbal con las que España no podrá pedir cuentas al Rey sin antes haberse confesado.