Paloma Pedrero
El Hospital de la Princesa
Es el de mi barrio. Ese viejo edificio gris al que saludo cuando paso, de largo si puede ser. Pero no siempre puede ser. Miles de pacientes entran cada día a ser atendidos, diagnosticados, cuidados, curados. Yo llevo casi dos años entrando. Allí me diagnosticaron un cáncer y allí tuve la suerte de caer en las virtuosas manos de un cirujano con vista de lince, el doctor Francisco Viamontes. Él me operó. Él, junto con un brillante equipo de anestesistas, enfermeras, auxiliares, celadores, luchó por salvarme la vida después de una grave complicación. No olvidaré nunca al doctor Alday, a mis «Raqueles», a Paloma (la chispita de Reanimación), a Lola o la a tierna bióloga Elena Fernández. No olvidaré jamás a la enfermera que ponía música suave, rebajaba la luz y daba las buenas noches a los pacientes, aunque no supiera si la escuchaban. Yo sí, la escuchaba y mi alma se expandía cuando ella aparecía por Reanimación. En la Princesa pasé por una de las experiencias más terribles y, a la vez, más reveladoras de mi vida. Al mes de mi ingreso, después de pelear con uñas y dientes por la vida, salí de allí siendo otra persona. Una mejor persona. Porque cuando superas una experiencia así, te vuelves más humilde, más inteligente. Y entiendes el verdadero sentido de la existencia. Despertarte en tu propia cama y sin dolor es una maravilla, mirar por la ventana y ver el sol, desayunar, vestirse, salir de casa, quedar con un amigo, poder trabajar... Todo es una maravilla. Porque la vida no es tan cruel como para hacerte vivir un enorme tormento sin recompensa. Y los que hemos pasado por ahí aprendemos a disfrutar la vida en todo su valor. Hoy para mí, como para miles y miles de pacientes que han sido tratados en la Princesa, ese centro es el lugar en el que nos conocen y nos protegerán si lo necesitamos. El lugar de nuestro barrio que vela por nuestra salud. Y en nombre de tantos vecinos, ruego, exijo que se respete su supervivencia. Es un hospital puntero en muchos aspectos. Y las personas de todas las edades necesitamos de su ciencia y
humanidad.
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