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El humor no se explica
«El humor, como la inteligencia se debe notar, pero no explicar», la frase es toda mía. Por completo. No se la adjudiquen ni a Oscar Wilde ni a Winston Churchill, como todas, que mi trabajo me ha costado reflexionarla y parirla. En realidad fue más una cuestión de observación que de esfuerzo.
Me fijé en mis entrevistados del viernes por la tarde en la sala BBK del Festival de Bilbao donde ellos, que son «mudos» habitualmente, hablaron para mí.... y no solo del colesterol. –«Poca Broma», dice uno. Y el otro añade: «Ahora el colesterol se lo hemos pasado a Bertín, multiplicado por tres; porque Fabiola, su mujer, ya se ve que no tiene...».
El caso es que su humor sin palabras o con ellas –«qué graciosos son también cuando hablan», comentaba la gente tras la charla-, Joan Gracia, Paco Mir y Carles Sans, con cuarenta años de profesión cumplidos, me regalaron una entrevista sobre el escenario, frente a un público que les escuchaba atento y también se reía con su humor en palabras.
La risa es purificadora, sirve de defensa del mundo cruel y sale pura y cristalina, casi inconsciente, frente al humor verdadero..., pero no aparece ante sucedáneos. Esas cosas, lo que sean que no llegan ni al chiste, tal vez haya que explicarlas..., pero el humor, como la inteligencia, no. Y menos a las mujeres que siempre estamos pendientes de él porque lo consideramos un atributo imprescindible en la seducción. Ya saben: «Es feíto, pero me hace reír». Al parecer, según numerosos estudios, a ellos no les pasa. Los hombres, ya lo saben, se fijan más en otras cosas. Por eso, tantas veces, se explican los chistes... Nosotras no, claro.
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