Alfonso Ussía
El inconveniente
Cuando se acuñaron las monedas de 5, 25 y 50 pesetas en el decenio de los cincuenta del pasado siglo, saltaron en un periódico de provincias los diablos de la imprenta y se imprimió la noticia con una errata que conllevó la recepción de una cuantiosa sanción económica. Decía así. «Las nuevas monedas de 5, 25 y 50 pesetas mostrarán en el envés el Escudo Nacional, y en el haz el perfil del inconveniente». El ministro de Información y Turismo fue informado de la errata en persona por el Inconveniente y a punto estuvo el periódico de ser clausurado.
«Podemos» tiene un inconveniente llamado Pablo Iglesias. En un principio atemorizó y en la actualidad lo que produce su presencia y sus palabras es mucha risa. Con independencia de su descomunal cursilería estética y mental, Iglesias resulta cómico por su egolatría, su placer de haberse conocido y su desmedida ambición de poder. La inteligencia de «Podemos» se llama Íñigo Errejón, peligroso individuo. Fue fundamental para zanjar la «crisis Monedero» de la mejor manera posible. Propinándole una patada en el culo al poeta del Orinoco. Pero «Podemos» ha bajado estrepitosamente en expectativas, y ello se debe al Inconveniente. Mientras el que no conviene se mantenga en el poder, casi omnímodo, de «Podemos», el partido estalinista-populista se dejará a jirones su inicial arrogancia.
Iglesias es el creador de las marcas blancas de «Podemos», algunas de las cuales ya le han advertido que seguirán su camino sin depender de los círculos morados. Iglesias es el gran difusor de la incoherencia. En Madrid piensa de una manera y en Barcelona de otra. Su pensamiento depende del kilometraje. Iglesias ha dejado en la cuneta a muchos compañeros de viaje, y esas cosas no se perdonan con facilidad. Pero sobre todo y ante todo, Iglesias, que en su tiempo fascinó a los más enfadados y a los menos instruidos, hoy está inmerso en el ámbito del tostón. Aburre a las ovejas. Y «tic, tac, tic, tac, tic, tac» se aproxima al disparatado morrón. Como dijo Maverick Bronson de su adversario Panificio Bélmez, «es tan ridículo que en plena caída desde la terraza del ‘‘Empire State’’ hacia el suelo de Nueva York, pensaba en lo que haría cuando subiera de nuevo a la terraza». Panificio quedó hecho papilla y Maverick Bronson fue condenado a cadena perpetua por el mero hecho de empujarlo al vacío.
Iglesias supo aprovechar el desconcierto de la ciudadanía y administró con acierto la incertidumbre. Pero su realidad es penosa, y decenas de miles de sus antiguos votantes huyen despavoridos de los corrales podemitas. Hasta Garzón, el de Izquierda Unida, ha rechazado la fusión que Iglesias le ofrecía. Para colmo, Federico Mayor Zaragoza ha elogiado a Iglesias, presagio irrebatible del desastre que se le avecina. El antiguo Rector franquista de la Universidad de Granada, ministro de la UCD, mandamás de la Unesco y en la actualidad gallo desplumado de las izquierdas vetustas es un reputado sotanillo, el más peligroso de los gafes. Gafe, contragafe, sotanillo y manzanoide. Los cuatro escalones de la gafancia. Si Mayor Zaragoza reconoce su simpatía por Pablo Iglesias, el batacazo está asegurado.
Intuyo y vaticino que le queda poco tiempo de disfrute en la cúspide. Para colmo es bastante vago, y lo malo es que se le nota. Me informan que el núcleo reflexivo de «Podemos», con Errejón a la cabeza, le está preparando la trampa para deshacerse de su influencia. Fue algo cuando no era nada, y ahora que es algo es nada absoluta.
«Podemos» no detendrá su sangría mientras permanezca en el poder supremo su mayor inconveniente.
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