Ramón Sarmiento

El mito de Cadmo

La semana pasada se conoció el informe realizado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (IEA). Leerlo produce pavor, tanto como el dragón que la leyenda atribuye al mito de Cadmo, el inventor de las 22 letras del primer alfabeto de la Historia. El 32% de los 8.580 niños españoles de cuarto de Primaria no es capaz de explicar el comienzo de una historia tras leer un texto sencillo. En lectura comprensiva, ocupamos el antepenúltimo puesto, por detrás de Rumanía y Malta. Y se afirma que nuestro sistema educativo es bueno: que está bien dotado materialmente, que cuenta con buenos profesores y que el nivel económico del alumno no es ya un factor determinante. ¿Dónde están, pues, los dientes del dragón? Los resultados prueban que, a veces, en educación a más millones de gasto no corresponde una mejor calidad. ¿Por qué? Porque la mala práctica educativa es más cara que la educación tradicional. Por ejemplo, la instrucción para la lectura conocida como del «lenguaje total» quita el énfasis al aspecto fónico a favor de un enfoque holista en el que a los niños se les enseña a mirar cada palabra como si fuese un carácter chino.

El resultado es que los niños realizan una gran cantidad de adivinanzas, sustitución de palabras, mala lectura, mutilación de palabras, omisión de palabras y, en general, terminan haciendo un revoltijo con el texto. La solución es bastante simple: regresar a las prácticas que crearon el éxito antes que los expertos progresistas pero equivocados causaran el problema. Eso no quiere decir que el sistema de antes fuese perfecto. Pero aportó cierto fundamento académico sobre el cual se podía edificar un intelecto creativo, algo que falta bastante en la joven generación de hoy. Como reza adagio latino, «non nova sed nove»: no cosas nuevas, sino de una manera nueva.