Alfonso Ussía
El mostrador
Pla lo resumió con sencillez. «Cataluña siempre será España. Cataluña es la tienda, y el resto de España, su mejor cliente». El formidable escritor ampurdanés se extravió en el cálculo. El mejor cliente de Cataluña también se desarrolló, y creó toda suerte de empresas básicas. No obstante, se mantuvo fiel a la tienda catalana. Fiel y leal, hasta que el tendero, que antaño le recibía en su tienda con una sonrisa de gratitud mercantil, cambió la sonrisa por la seriedad. Y de la seriedad pasó al desprecio, y de ahí, al insulto. El cliente se cansó de tanta humillación, y el mostrador de la tienda empezó a vaciarse. Los antiguos clientes abandonaron al tendero que los insultaba. Y al ver su tienda casi vacía, sólo frecuentada por la clientela local, el tendero, en lugar de esforzarse por recuperar a su mejor cliente, le prohibió la entrada a la tienda. Y después de prohibírsela, lloró su ruina.
El independentismo pasa factura. La fundación de los Tous es el ejemplo. Mientras el soberanismo pudo sobrellevarse desde el esnobismo y la frivolidad, el cliente más o menos, siguió comprando en la tienda. Fue una idea muy divertida conformar un Consejo de la Fundación con Sor Lucía Caram, la mujer de Mas y Pilar Rahola. Hasta que menguaron las compras. Asustados, los joyeros dieron de baja a la mujer del golpista y a la columnista de La Vanguardia. Pero mantuvieron a la monja «contemplativa», esa fuente inagotable de perversidades, desprecios, humillaciones y gamberradas. Creo que ya es tarde para rectificar. El cliente ha cambiado de tienda.
No soy partidario del boicot a los productos catalanes. De serlo, estaría boicoteando productos españoles. Pero ya no es imprescindible para el resto de España la tienda de Cataluña, y resulta comprensible el enfado del cliente. Me divierte, de cuando en cuando, comprar latas en conserva y otros productos para los aperitivos. Y es cierto. Muchos compradores buscan la procedencia de la lata o el producto. Y lo sustituyen por otro similar si la procedencia es catalana. El gran problema de la tienda de Cataluña no es la pérdida –que espero sea eventual-, de sus mejores clientes. El gran problema radica en que muchas tiendas, las mejores tiendas, han cerrado en Cataluña y han trasladado sus sedes al resto de España, con marcada afluencia a Madrid. Y no han sido los clientes los que han engañado a los tenderos. Han sido ellos mismos los que se han dejado engañar a cambio del gozo esnob de las amistades separatistas. Lo divertido, original y «cool», ha desembocado en una tragedia. El valor añadido del coqueteo con el proceso de independencia es ahora una hipoteca muy difícil de atender. Ya no es tan gracioso tener en el Consejo a la Rahola, a la mujer de Mas y a la monja coñazo. Ya no resulta tan apetecible en los cenáculos de Barcelona que le vean a uno en compañía de los Carulla y sus gallinas. En el resto de España, en los predios del buen cliente, hay muchos productos similares para consumir sin necesidad de enriquecer a un empresario que ha despreciado a millones de antiguos clientes, y entre esos millones, a centenares de miles de catalanes. No hay boicot, sino monumental cabreo. El cliente es mucho más poderoso que antaño, y la tienda ha dejado de ser imprescindible.
Los Tous y los Carulla son quizá, los tenderos más significativos. Pero hay otros, muchos, con los mostradores de sus tiendas poco frecuentados. El cliente necesita cariño y atención, no insultos y desprecios. Es de esperar que todo pase y vuelva la normalidad en la relación. No puede quejarse con lloriqueos victimistas el dueño de la tienda. Cuando se insulta al cliente, éste busca otras opciones. Y en el resto de España hay muchas, muy buenas, muy competitivas y bastante más amables.
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