Fernando de Haro
El oportuno
Feijóo consiguió ayer volver a situar al PP de Galicia en el nivel de diputados que tuvo Fraga en 2001. El presidente de la Xunta de Galicia adelantó las elecciones buscando un plus de legitimidad y lo ha obtenido para él y para Rajoy. Fue Feijóo el que en 2009 cambió el ciclo del entonces líder de la oposición y es ahora Feijóo el que le da oxígeno. Le permite quitarse la espina de las andaluzas y exhibir respaldo en las urnas para los nuevos ajustes que tendrá que imponer. Tras las gallegas, los destinos de Rajoy y Feijóo aparecen más unidos aún si cabe. El presidente de la Xunta no sólo refuerza su posición en la Comunidad Autónoma sino que además aumenta aún más su peso dentro del partido. Ya era uno de los barones con más talla, pero después del 21-O nadie tiene el patrimonio político para el futuro que exhibe en este momento.
Por haber sabido anticiparse y arriesgarse, por haber ganado respaldo en medio de la crisis, por haberle ofrecido al jefe un segundo triunfo tan necesario o más que el primero.
Ha sido Rubalcaba el que más ha insistido en que las elecciones gallegas había que interpretarlas en clave nacional. Fin de semana tras fin de semana ha estado asegurando que eran la ocasión de frenar a la derecha. La debacle de los socialistas en Galicia, que pierden 7 diputados y se quedan en 18, acelerará el relevo en la dirección nacional del partido. Los viejos nacionalistas del BNG (7 diputados) y los nuevos nacionalistas de AGE (9 diputados) con Beiras e Izquierda Unida suman varias decenas de miles de votos más que los socialistas. El PSOE corre el riesgo de seguir cayendo y de no liderar ya la oposición en algunas zonas de España. Sería una desgracia. O encuentra pronto una orientación y vuelve a luchar por el centro o le esperan años malos.
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