María José Navarro
El péndulo
En siete días, dos padres han acabado con sus hijos. Uno en Moraña y otro en Castelldefels. Entre los dos mataron a cuatro niños. El primero compró una radial y bromeó con el vendedor. Quería saber si aquello podía cortar dedos. Al día siguiente, se cargó a sus dos nenas. Y lo hizo con tanta saña, en tal macabra circunstancia, que el fiscal no puede dejar de llorar. El segundo tuvo más piedad: sólo les disparó, le pegó un tiro a su mujer y luego se quitó la vida. Mucho más limpio, dónde va a parar. Justo cuando ocurría esto, algunos afamados columnistas que gustan de escribir barbaridades trataban de encontrar razones a las reacciones de estos dos hombres y a las de muchos otros. Piden que se estudien las causas de estos asesinatos y alegan que estos caballeros quizá hayan sufrido terriblemente por las leyes retorcidas que favorecen a las mujeres. Imagino que cortar los rostros de sus niñas con la radial como hizo el tipo de Moraña tiene que ver mucho con eso. Pero lejos de parecerme lo peor ( poco espero de esos opinadores ni me parecen capacitados para entender lo que pasa en el subsuelo de su realidad), me preocupa mucho más que la jueza encargada durante años del caso de Sara Calleja , que se suicidó después de años de acoso de su ex pareja, se sienta dolida porque la víctima le escribió una carta a su señoría, aunque reconoce explícitamente el calvario que sufrió esa mujer. Me sorprende la distancia que toma, la asepsia, la nula empatía para ponerse en los zapatos de Sara. «Si es maltratador o no, no me corresponde decirlo». Es descorazonador. Y seguirá ocurriendo. Me alucina que haya gente que pueda dormir por las noches.
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