Ely del Valle

El pequeño de los Pujol

A sí de injusta es la vida: llevamos una semana poniendo en un pedestal al pequeño y bien apadrinado Nicolás cuando resulta que el pequeño Oleguer le da mil vueltas en el arte de ir haciéndose un capitalito a base de chanchullos manejados desde un entramado de empresarial de tal envergadura que los humanos de andar por casa, aparte de tener que tomarnos una caja de Biodramina para entenderlo, no podemos por menos que quitarnos el sombrero aun a riesgo de que nos lo birle porque ya se sabe que la avaricia es insaciable y no mira pelo. Sin embargo, en vez de reconocerle sus méritos la Audiencia Nacional, que aunque lenta es muy rancia y muy española, le ha puesto en el punto de mira de la Policía y ésta, a su vez, casas y sedes patas arriba en busca de unas pistas que muy lelo tenía que estar el ciudadano Oleguer para no haberlas destruído hace meses sabiendo la que se le venía encima.

Ahora el problema lo tiene el resto del clan familiar que lleva una temporada que no da a basto porque cada vez que cae uno de los dignos herederos del patriarca Jordi, el resto tiene que pasarle la responsabilidad del tejemaneje a otro, y cada vez quedan menos. Son como los diez negritos de Ágata Christie en versión payesa. Entre eso, y el disgusto de ver al pequeño Oleguer detenido cuarto y mitad de hora como cualquier robamóviles de poca monta, me imagino que los sufridos pujoles deben de estar en un sinvivir. Por suerte don Jordi ha empezado a cobrar su pensión de jubilado, que es, al fin y al cabo, una pequeña alegría familiar entre tanta desgracia. Y es que como dice muy sabiamente el refranero, que también es español aunque a alguno le fastidie, Dios aprieta pero no ahoga.