Enrique López
El «procés» y la Ley
Cuando en un país una admonición al cumplimiento de la Ley se convierte en un titular, algo está ocurriendo. No me cabe duda de que esta frase en boca de la más alta magistratura del país tiene una gran trascendencia, y dicha delante de un responsable político que está capitaneando el mayor ataque a nuestra democracia, también. La visión particularista que rezuma en eso que se denomina el proceso impacta por irracional y trasnochada. El denominado nacionalismo español, como decía Ortega, es aquel que nos hace no querer ser franceses o ingleses, y que nos anima a disolvernos en un proyecto común llamado España. Por contra, el nacionalismo particularista y excluyente, también en palabras de Ortega, parte de un sentimiento defensivo, de una extraña y terrible hiperestesia frente a todo contacto o fusión, es un anhelo de vivir aparte, y por eso el filósofo lo denominaba «apartismo». Este anhelo como deseo más o menos colectivo es una realidad social que late desde hace mucho tiempo, pero con la que hemos convivido durante siglos con mayor o menor éxito, y hasta aquí hemos llegado. No sé si apostar por el carácter irresoluble con el que Ortega calificó el problema catalán o no, pero lo que tengo claro es que tenemos algo en común y que hicimos todos en un momento determinado, la Constitución, y en su defensa no caben posturas ambiguas y equidistantes, o se está o no se está, y su defensa también incluye su revisión, eso sí, respetando las reglas y cumpliendo las normas; a esto se refería nuestro Rey cuando hizo aquella admonición. Aún así, como don Tancredo, algunos insisten en transformar aquel anhelo en un imposible proceso que no podrá llegar más que a un enfrentamiento en el que la Ley se impondrá, y ganarán los que estén a su lado. Como siempre.
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