Alfonso Ussía
«El prusás del Barça»
Yo pronunciaba «prusés», pero una amiga de Comillas, catalana ella, me corrigió. Se dice «prusás». Muy interesante. Me había sucedido, años atrás, con «Pere». El gran escritor y poeta catalán Pere Gimpferrer soltaba su discurso como presidente del Jurado de los Cavia, en la sede de ABC. Presidía la Reina Sofía. Se prolongó en demasía su prédica, y le envié un tarjetón a Jaime Campmany con esta advertencia rimada: «El Pere que greñas peina,/ tiene la palabra sabia./ Pero si habla más, la Reina/ no vuelve a venir al Cavia». Y Jaime me respondió: «Sé que la inmersión te hiere,/ y es lógico que te hiera;/ pero has de saber que Pere/ debe pronunciarse «Pera». Como la O en la primera sílaba de cada palabra –«procés»–, que se convierte en u. Formidable hallazgo gracias a la pregunta que me formuló en el hoy Real Club Estrada de Comillas un veraneante de Barcelona: «¿En “vardat” te gusta cómo escribe Agustín de Fuxá?-. –Foxá me interesa mucho; a Fuxá no lo conozco–». En fin, todo apasionante y embriagador.
He escrito que no entiendo la pasión y las simpatías que por el F.C. Barcelona sienten decenas de miles de españoles que nada –excepto en la españolidad común–, tienen de catalanes y menos aún de separatistas. Fui gozosamente insultado y acusado de mezclar la política con el deporte. Creo, desde mi evidente insignificancia, que ha sido el «Barça» el gran impulsor de la integración de la política con el deporte. Es el único club de España que concedió con doble entusiasmo su máxima distinción al Generalísimo Franco, y ahora se implica oficialmente en el «Prusás» independentista que yo decía, con errada pronunciación, «prosés» al principio y «prusés» posteriormente.
Entiendo la pasión de los catalanistas, y compadezco pero comprendo, la de los catalanes adversos al independentismo. Es lógico. Han nacido y crecido allí y de niños adoraban a Ramallets y Kubala. Los sentimientos mandan. Pero nacer fuera de Cataluña, no tener lazo familiar con nadie de Cataluña, sentirse español y perder el culo por un club que se adhiere al «prusás» –antes «prosés» y «prusés»–, de la independencia, no me cabe en la cabeza. Se habla de expulsar al F.C. Barcelona de la RFEF y de las competiciones nacionales. Craso error. Con «prusás» o sin «prusás» el Barcelona es un club español aunque intente por todos los medios dejar de serlo. Ya lo advirtió Puigdemont, que se pronuncia «puchdamón». «Cualquier Liga del mundo aceptaría al Barcelona». No lo creo. Si triunfa el imposible –impusipla–, «prusás», y Cataluña desea competir con su Selección en campeonatos internacionales, se verá obligada a organizar su propio campeonato de Liga, lo que llevaría al «Barça» a la inmediata quiebra. Jugarían en el «Mini Estadi», porque mucho dudo que un Barcelona-Granollers o un Barcelona-Tarrasa concite el interés de noventa mil espectadores y el cheque anual de los derechos de televisión. Mónaco juega en la Liga francesa porque no hay sitio en el Principado para otro equipo. Si el Príncipe Alberto se estira por las mañanas con excesivo muelle corporal, el dedo gordo del pie izquierdo lo tiene que meter en Francia. Cataluña cuenta con los suficientes equipos para crear una Liga –Lliga–, catalana, que terminaría con su pujanza económica. Entre el «prusás», Messi, el papá de Messi, Neymar y la familia de Neymar, pueden terminar con el esplendor chamuscado.
Es el F.C. Barcelona el que hace política, y además, separatista y profundamente antiespañola. De ahí que no pueda comprender a quienes sintiéndose españoles –como tantos catalanes–, celebran los goles con las banderas estrelladas y el odio a España. No hago política. Dejo mi comentario y mi estupor, simplemente.
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