Francisco Marhuenda
El retroceso del independentismo
El tiempo juega en contra de los intereses independentistas. La «épica» del soberanismo ha saltado por los aires gracias a la noticia de que su principal «santo laico», el Moisés que tenía que conducir al pueblo catalán a la Tierra Prometida, ha resultado ser, como mínimo, un defraudador y, por tanto, un corrupto. Durante más de medio siglo, Pujol ejerció como «sumo sacerdote» de un nacionalismo que movía como si fuera una marioneta. No sólo para CiU, sino también para ERC y el sector nacionalista del PSC, era un referente político. A diferencia de otros personajes de la política catalana, había participado activamente en los movimientos antifranquistas y su paso por la cárcel le daba una aureola de luchador infatigable e irreductible. Durante décadas se envolvió en la «senyera» y toda la política catalana giraba a su alrededor. Cada día que pasa asistimos sobrecogidos a nuevas informaciones que muestran la podredumbre que le rodeaba y la codicia que movió a su familia mientras nos daba lecciones de ética y patriotismo. Los nacionalistas comprueban ahora que su figura más importante desde Macià y Companys tenía los pies de barro. El patriotismo pasaba por hacer caja con una avaricia que no tiene parangón en los casos de corrupción que hemos conocido en las últimas décadas. Es cierto que siempre ha existido un porcentaje de independentistas en la sociedad catalana y que se ha incrementado en los últimos años a causa de la crisis económica, la utilización de escuelas y universidades, el discurso victimista y el lema de «España nos roba», así como la inestimable ayuda de los medios de comunicación del Gobierno catalán y algunos privados. El escándalo de la familia Pujol es un mazazo al proceso independentista, pero también lo es gracias al proceso de recuperación económica y el rechazo europeo.
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