Podemos

El viejo Podemos

La Razón
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El espectáculo político de estas Navidades es la lucha sin cuartel que mantienen en Podemos sus dos principales facciones por el poder de la organización a nivel regional y nacional en su próximo Congreso.

Hace apenas año y medio, Podemos surgía como la alternativa de la nueva política en la izquierda, fresca, transparente, asamblearia, preocupada por los problemas de la gente, donde cualquiera que tuviera algo que aportar para acabar con el sistema democrático opresor de la Transición tenía sitio. Campaba a sus anchas por platós televisivos e instituciones dando lecciones de democracia y repartiendo carnés de aptos o no para la nueva era que se avecinaba. Unos meses después, lo que queda es una lucha a muerte por el poder del partido retransmitida a través de las redes sociales y los medios de comunicación que utilizaron para llegar.

¿Qué ha pasado? Ha bastado alcanzar cuotas de poder en las instituciones con sus consiguientes retribuciones, gabelas e influencias para olvidarse de la lírica y bajar a la prosa, y poner de manifiesto la falacia del discurso de lo nuevo y lo viejo, y de que la patente de la transparencia, la honestidad, y la preocupación social no se sostiene por tomar la calle o sentarse en el suelo del Congreso a charlar con la prensa.

La guerra diaria que mantienen las dos principales facciones de Podemos lideradas por Iglesias y Errejón es sólo por el control político de la organización como paso previo al institucional, con la novedad del uso de las redes sociales como arma –en lo que son expertos–, y el altavoz diario de unos medios de comunicación poco rigurosos que militaron en su lanzamiento, y a los que hoy sirven de espectáculo televisivo para mantener sus audiencias.

Esta lucha interna de poder es una demostración más de cómo estos «nuevos» partidos, en cuanto han tocado moqueta, han envejecido a pasos agigantados, demostrando sus muchas carencias y sus escasas aportaciones a la pretendida renovación de la política. Su vida es corta, pero los ejemplos muchos. Su opaca financiación procedente de países arruinados y faltos de libertades como Venezuela e Irak. Su aspiración a replicar aquí el modelo del primero, hoy negada. Los impagos a hacienda de sus dirigentes, las becas «black», la especulación con la vivienda pública. La destitución de los líderes territoriales que no apoyaron a Iglesias. La sospechosa tardanza en los recuentos electrónicos para aprobar sus ponencias o elegir a sus dirigentes. La decapitación de todo aquél que no esté con la dirección.

Errejón y los suyos saben lo que les espera. Nadie puede desafiar al líder e irse de rositas. Al más viejo estilo de los partidos tradicionales, pero con los modos de la izquierda radical: matonismo, amenazas y eliminación de los perdedores. En Vistalegre 2 sabremos quién y a quienes se apuntilla. El sitio no puede ser más indicado. Y confirmaremos lo que ya sabemos: qué es Podemos y lo que podemos esperar de ellos. Lecciones, ni una.

Lo preocupante es que los partidos tradicionales y los medios de opinión se han dejado condicionar por el falso discurso de la vieja y nueva política y los viejos y nuevos partidos, incorporándolo a su discurso interno y externo, como si alguna mala conciencia les atormentase haciéndoles el juego a los farsantes. La política y su ejercicio no es otra cosa que la búsqueda del bienestar general de los ciudadanos y del país, y harían bien en recordar que siempre lo han hecho así, con aciertos y errores que, en este caso, los que acaban de llegar han superado con creces.