Nacionalismo

Elecciones en Cataluña

La Razón
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Mariano Rajoy vuelve hoy a Cataluña después de haber pasado el domingo en L’Hospitalet en el Congreso del PP. Y vuelve –por primera vez desde su reelección– para anunciar un plan de inversiones en esta comunidad autónoma. El viaje es diferente, pero el mensaje va a ser el mismo: «Hay que buscar un nuevo espíritu de concordia» que aleje a los independentistas y a su apoyo gubernamental, la CUP, del poder. Y para ello quiere explorar todos los puntos de acuerdo posibles con Ciudadanos y el PSC. Un acuerdo se basa en un diagnóstico común, la evidencia de que hay elecciones autonómicas a la vista y es necesario dar forma a una coalición.

La reacción de la CUP no se ha hecho esperar. Cerca de 30 personas pertenecientes al colectivo Arran, simpatizantes de las juventudes de la CUP, intentaron asaltar la sede del PP en Barcelona. A la protesta se sumaron los diputados Anna Gabriel y David Fernàndez, de la CUP. Los manifestantes, bajo una pancarta en la que se leía «la autodeterminación no se negocia: referéndum sí o sí», empapelaron la sede popular e impidieron a los trabajadores acceder a la misma. Claro que cuando llegaron los Mossos, los manifestantes ya se habían disuelto. Éste es el ambiente que se vive hoy en Cataluña. Algunos pensarán que los acuerdos y los pactos electorales de PP, Ciudadanos, y PSC son muy difíciles, pero habrá también quien empiece a pensar, visto el ambiente de la calle, que algo hay que hacer. La falta de respeto a las leyes de sus dirigentes ha tenido el justo reflejo en los grupos más extremistas y el ambiente que hoy se respira en las ciudades recuerda mucho el de la presión de la «kale borroka» en el País Vasco. La solución pasa por las leyes, pero también por las urnas. La ausencia de liderazgo en la Generalitat, con la disolución de la antigua Convergència es un lugar común que ni siquiera ERC puede taponar.

Y mientras tanto, Puigdemont dando conferencias en Harvard y Oriol Pujol diciendo que dio a su hermano Jordi 500.000 euros porque «le incomodaban». El buen humor es lo último que debemos perder. También –debemos repetírnoslo– cuando hablemos de Cataluña.