Balón de Oro

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La Razón
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De nueve años a esta parte dos jugadores se reparten el Balón de Oro –independizado de la FIFA o subyugado por ella–, Messi y Cristiano Ronaldo. Hay cinco en la sala de trofeos del argentino, que miró con cara de circunstancias, como pidiendo disculpas, a sus compañeros y amigos Iniesta y Xavi cuando le entregaron el segundo en 2010. El portugués suma uno menos, tres de ellos en los últimos cuatro años. Ambos, adversarios y sin embargo conocidos, juegan en LaLiga para mayor gloria del torneo español, aún lejos de la Premier en cuanto a cifras y audiencias. Es como si la mercadotecnia inglesa, con una profundidad de mercado indescriptible, hubiese llegado a Asia antes incluso que Marco Polo. Su enorme clientela es lo que persigue Javier Tebas. La empresa es complicada, pero merece la pena abordarla porque los beneficios de esta nueva Ruta de la Seda son extraordinarios.

Antes de que Cristiano exhibiera su cuarto Balón dorado en un acto cuasi íntimo en la sala de Trofeos del Bernabéu –él estaba en Japón para jugar el Mundialito–, y de ahorrarse en la presente ocasión ese «¡Psiuuú!» que más que grito de guerra es una coña filipina allende el Bernabéu, hubo sorteo en Nyon. Comenzaba así un lunes apoteósico para el fútbol continental. Y para el español, en particular, con siete equipos –los cuatro que empezaron en Champions en su sitio y los tres de la antigua Copa de la UEFA– en los bombos respectivos.

LaLiga, campeonato reputado, emocionante y atractivo, plagado de estrellas, impone. Cualquiera del septeto no figuraba entre los rivales predilectos sino todo lo contrario. Son equipos potentes, incómodos, campeones dos de ellos, Real Madrid y Sevilla. Han superado la primera fase y afrontan la segunda con el estandarte de la Armada Invencible, con dos buques insignia que lucen a Cristiano y a Messi en los mascarones de proa y con menos temor a los herederos de Drake que a los caprichos del fútbol.