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El pasado miércoles el embajador de España ante la Santa Sede se despidió del Papa Francisco. Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga puso con este acto fin a un periodo de cinco años y dos meses de actividad al frente de nuestra representación diplomática ante Su Santidad que, como se sabe, es la legación más antigua del mundo.
Han sido cinco años muy intensos tanto en la dimensión política como en la eclesial: la dimisión del Papa Benedicto XVI, la elección de Bergoglio, las visitas al Vaticano de los Reyes eméritos y de los actuales, Don Felipe y Doña Letizia, once días después de su entronización, cuatro consistorios cardenalicios con purpurados españoles, diversas canonizaciones han sido algunos de los acontecimientos más significativos de este lustro.
El embajador Gutiérrez Sáenz de Buruaga es un profesional de la diplomacia con amplio recorrido y desde su llegada al Palazzo di Spagna se entregó plenamente a su trabajo manteniendo constantes y fluidas relaciones con la Secretaría de Estado vaticana y los organismos de la Curia Romana.
Por fortuna no existen, en estos momentos, contenciosos entre la Iglesia católica y el Estado español, pero siempre hay temas pendientes de acuerdo, diferencias de criterio, juicios divergentes sobre cuestiones como, por ejemplo, la enseñanza. Y ahí es donde la competencia de un embajador se pone a prueba.
A finales de este mes de agosto llegará el nuevo representante diplomático, Gerardo Bugallo, cuyo último puesto de trabajo ha sido la Embajada de España en Ucrania; con anterioridad ha desempeñado funciones en países tan diferentes como Argelia o Japón. Presentará sus cartas credenciales al Papa en el curso del mes de septiembre.
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