Cástor Díaz Barrado

En profundidad

La crisis económica mundial no ha golpeado, de manera significativa, a América Latina en los últimos años, a pesar de que sea difícil agrupar bajo este término las situaciones en las que se encuentran el conjunto de los países de la región y cada uno de ellos. En términos generales, sí se ha producido una mejora en la situación económica y se ha asentado el principio democrático como base política, produciéndose periodos de gran estabilidad institucional y de avances en el área económica. No obstante, los países latinoamericanos se enfrentan, en la actualidad, a nuevos retos y todavía queda por resolver la profunda desigualdad que habita en la región. Nada mejor que aprovechar el desarrollo económico para asegurar la cohesión social. No se puede decir que no se hayan producido avances en los últimos años en esta dirección pero, al mismo tiempo, queda una tarea muy sobresaliente para que en América Latina desaparezca la inequidad. Las reformas deben hacerse en profundidad. La venta y los precios de las materias primas han disminuido en el mercado mundial y la época de bonanza económica parece que está tocando a su fin. Los países latinoamericanos deben abordar, cuanto antes, medidas que afronten el nuevo contexto político y económico de la región que se avecina y deben hacerlo en las mejores condiciones. La mejor manera para que América Latina no se detenga será iniciar, con decisión, el camino de la integración que tantas veces ha sido proclamada por los líderes latinoamericanos. No podemos asistir a un nuevo estancamiento. Se trata, ahora, de que establezcan las mejores alianzas y que los esquemas de integración en marcha adquieran un sesgo económico, sin descuidar los factores de contenido político y social. Haga lo que se haga, todo debe hacerse en profundidad y el bienestar de América Latina está en manos de que se adopte la decisión a favor de la integración. UNASUR debe avanzar en la articulación económica de los esquemas integracionistas que agrupa y adquirir, por ello, un semblante económico y la Alianza del Pacífico debe continuar por el camino que se ha marcado de la cooperación económica y comercial. No es el momento de idear nuevos procesos de integración sino de aprovechar las ventajas de lo existente. Es la hora de la consolidación y de la definición. España debería jugar un papel activo en este proceso y, para ello, nuestra política exterior debe seguir poniendo los énfasis en las relaciones latinoamericanas. Los vínculos con América Latina se expresan también en términos económicos y en el apoyo decidido a la integración latinoamericana.