Ely del Valle

Engañados

No me sirve que la marcha estuviera secundada por decenas de miles de personas, porque la mayor parte de ellas no se había leído el manifiesto, claramente antidemocrático, bajo el que se convocaba. No me sirve que para protestar contra unos recortes, con los que es muy difícil estar de acuerdo, lo que se proponga sea derrocar a un Gobierno legítimamente elegido por una amplísima mayoría y convertirnos en proscritos dejando de pagar una deuda que, nos guste o no, hemos contraído. No me sirve que me hable de democracia un señor que, aparte de destilar amargura, seguramente porque le importa un bledo que seamos los demás los que paguemos las consecuencias, ha elegido para vivir una dictadura en la que si se atreviera a criticar su política, como hace aquí, no conservaría intacta la dentadura. No me sirve que se pida justicia mientras se ampara a unos energúmenos que alivian su exceso de testosterona destrozando comercios de trabajadores y mobiliario urbano que vamos a tener que pagar todos. No me sirve que se hable de ciudadanos pacíficos, que hubo muchos, mientras haya otros que estén dispuestos a defender con uñas y dientes a quienes pidieron al Samur que dejase morir a los policías heridos. La marcha tendría que haber empezado por que los sindicatos que la encabezaban y firmaban ese manifiesto desquiciante hubieran empezado por renunciar digna y previamente a la financiación que reciben de manos de ese Gobierno al que consideran ilegítimo. A partir de ahí todo cae por su propio peso, sobre todo porque quienes han redactado ese folletín, y quienes defienden a los energúmenos que sólo reconocen como arma la violencia, saben, como el camarada Toledo, que empujar y engañar a un pueblo cuando las está pasando canutas es mucho más fácil – y más cómodo– que conducirlo.