Selección Española
Entre las piernas
España ganó un Mundial con ocho goles en siete partidos (encajó dos y una derrota frente a Suiza). No es la Roja muy de marcadores escandalosos y sí de éxitos rutilantes. Arrolla con el dominio de la pelota, controla casi todo el encuentro, pero le cuesta. Frente a Israel, un combinado apañado hasta el 2-0 –por algo caminaba hacia Rusia sólo con un punto menos que españoles e italianos antes de jugar en El Molinón–, tardó 46 minutos en mostrar su evidente superioridad y después de llevarse tres sustos morrocotudos. La España actual amasa virtudes añejas, pero le sucede como al Madrid, al Barça y al mismísimo Atlético, que muestra lagunas defensivas impropias de su calidad.
La Selección exhibe autoridad y manda sobre la hierba, como lo ha venido haciendo en los últimos nueve o diez años. Practica ese fútbol versallesco a menudo espectacular y a ratos afectado por tanto y tanto toqueteo. Si gana, no hay problema. A los israelíes empezó a doblegarles en el minuto 13. Julen Lopetegui no es Manuel Gómez Pereira, ni David Silva, Javier Bardem, y Marciano, ni mucho menos Victoria Abril, pero fue entre las piernas del portero por donde España cimentó su triunfo, impulsado por un juego colosal y vertiginoso en algunas fases del segundo tiempo, después de los tantos de Vitolo y de Diego Costa, por fin. Posesiones largas, el magisterio de Iniesta, la profundidad de Carvajal, la solidaridad de Costa, el tiro al palo de Silva en la mejor jugada española, el magnífico juego coral del resto y los animosos muchachos de Levy perplejos, pero no hundidos.
Me gusta España y que De Gea se gane el sueldo con paradas como ésa que hizo a Refaelov, aunque nada pudo hacer en el 3-1. Lágrima enjugada, no obstante, con el 4-1 de Isco, marca de la casa en la senda hacia el Mundial.
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