Paloma Pedrero

Ese aparatito

Cuanto ha cambiado nuestra vida desde que llevamos a mano el teléfono móvil. La vida y la literatura. Hay un antes y un después en las letras desde que todo el mundo está localizado. Novelas y obras de teatro de hace no mucho, en las que hay encierros, secuestros, pérdidas y demás situaciones tan jugosas, serían ahora difícilmente justificables.

Hoy los escritores nos las vemos y nos las deseamos para que asuntos apasionantes puedan darse teniendo el protagonista un celular en su bolsillo. Hoy todo se resuelve con ese aparatito casi universal en el que tenemos registrados todos los auxilios.

Yo tengo una obra en el libro «Noches de amor efímero» en la que un hombre y una mujer muy diferentes se quedan encerrados en el andén del metro una noche. Cuando la escribí no había móviles. Después se siguió haciendo y los personajes justificaban el conflicto con que no había cobertura. Hoy ya la hay en casi todas las estaciones, así que lo mejor es aceptarlo. La obra no se ha desfasado, creo, pero la época de escritura se adivina en ese detalle. Ese detalle sin el que ya la mayoría no salimos a la calle.

Nos sentimos desnudos sin el móvil. Una dependencia más que tendremos que aprender a superar. Porque sólo podemos estar verdaderamente libres cuando nos despojamos de escudos. Las maravillosas máquinas son vestidos de latón. Hábitos que paradójicamente nos acercan a los que tenemos lejos y nos distancian del que está a nuestro lado. Tendremos que aprender a perdernos y a perder a los otros a veces, como ha ocurrido siempre. Finalmente, ahí radica nuestra rebeldía. La de saber estar y pensar solos.