José María Marco

Estabilidad y cambio. Equilibrio ejemplar

El empleo ha empezado a crecer por fin de forma consistente en nuestro país. Por primera vez desde 2008 –lo que nos devuelve al inicio de la crisis– el número de ocupados crecerá en términos interanuales. El número de ocupados podría aumentar en 327.000 en el segundo trimestre y el paro caer en un 24,82%, según lo publicado en LA RAZÓN. Esto es algo más que un patético brote verde. Es la consolidación de una tendencia en la que ya se ha iniciado una segunda batalla, la del empleo indefinido, que ha aumentado un 26 por ciento en los últimos meses. Y si en 2011 se cerraban 220 negocios al día, ahora se abren 101.

Todo esto se debe a la acción política –insisto en lo de política– de un gobierno que ha hecho reformas en solitario, sin interlocutor en la oposición y con los sindicatos enfrente, como se recordará por las huelgas puestas en marcha después de noviembre de 2011. También se debe a un Ministerio, el de Empleo y Seguridad Social, que se ha volcado en la puesta en marcha de reformas inaplazables que han cambiado el panorama del mercado de trabajo. Y conviene reconocer el esfuerzo de una sociedad que ha demostrado estar a favor de la flexibilidad, de la libertad, de las oportunidades para las personas y las empresas.

Muy pocas sociedades europeas ofrecen ahora mismo tal ejemplo de versatilidad, apertura y dinamismo. La utopía socialista, la que sigue proponiendo la izquierda tras su desastroso fracaso, es la hiperregulación, el intervencionismo, la falta de libertad. Sabemos los resultados que eso está dando en los dos grandes enfermos europeos, que son Italia y Francia, incapaces de hacer la menor reforma.

En estas condiciones, lo que necesita nuestro país es estabilidad para continuar con las políticas reformistas durante bastantes años más. Como mínimo, una nueva legislatura que siga abriendo oportunidades sin perjudicar el Estado de Bienestar. Nuestro sistema político y social ha demostrado que puede adaptarse, activarse y cambiar en situaciones de tremenda crisis económica y bajo presiones políticas brutales. Lo que menos necesitamos ahora es abrir un periodo de inestabilidad constitucional, como pregonan los nuevos arbitristas, ni experimentaciones utópicas y populistas como las que propone, porque no sabe hacer otra cosa, nuestra izquierda. No estamos en un país fracasado y en un sistema quebrado. Somos un país que ha recobrado la vitalidad, con un sistema político estable y rodado, capaz de salir de la pesadilla de los últimos años.