Irene Villa
Estimado Jaime Peñafiel:
Leí estupefacta tus palabras hacia mí en tu subsección «Sube-Baja». La verdad, nunca imaginé estar ahí, y menos viniendo de ti. Fui la única que «bajó»: «Por dejarnos a tantos y tantos como sufrimos con ella, lo que vulgarmente se dice con el culo al aire, al declarar que los crueles tuits del impresentable Guillermo Zapata, por los que se sienta en el banquillo, no le afectaron. Quienes te queremos no entendemos tu actitud».
Quienes me quieren no solamente entienden mi actitud sino que admiran que sea capaz de separar lo que requiere atención de lo banal. Si siendo una adolescente no dejé que me afectaran esos chistes de mal gusto, comprende que, a punto de cumplir los 38, me resbalen por completo. Aprendí a no dar poder sobre mí a cualquiera. Permíteme ejercer mi libertad de sentimientos.
Por cierto, esa inteligencia emocional que nos ayuda a ser felices con muy poco es la que trato de contagiar en mis conferencias, aquí y fuera de España. Y es que las empresas han comprobado que la toxicidad de los empleados supone un gran freno a su rendimiento.
Tengo claro que no ofende el que quiere sino el que puede. Y tú sí que has podido, porque te considero una persona a la que escuchar y porque, además, no hablas a través de un chiste (que puede reproducirse con maldad o simplemente con sorna o ironía), sino que lo haces apelando a la razón y con los cinco sentidos puestos en una publicación que leen miles de personas. Menos mal que la mayoría sabe que no he dejado «con el culo al aire» a nadie, sino que lo único que hago es ignorar lo que creo que no debe condicionar mi vida.
Quienes me quieren saben que siempre quise mantenerme al margen de toda esa polémica porque no quería que se me utilizase para dar bombo a algo que no tiene importancia más allá del humor negro. Aprovecho para decir a todos los ofendidos por el dichoso chiste: perdón por no ofenderme.
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