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Estrellar la estrella

La Razón
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La relación entre medios de comunicación y democracia consiste en que la información es la base de todo proceso democrático. Un proceso democrático es un proceso comunicativo. La razón radica en que la democracia es el resultado de procesos deliberativos que suponen la ratificación o modificación de la opinión y las preferencias de las personas basada en la información que llega a través de los medios de comunicación.

Toda la estructura de un sistema democrático es impensable sin la premisa de que quien decide cuenta con la información necesaria para tomar decisiones desde la libertad que supone el conocimiento.

D. Gregorio Peces-Barba sostenía que algunos medios de comunicación sirven a los intereses de sus propietarios, promueven las campañas que política, económica y culturalmente interesan a quienes lo financian. Por tanto, quienes dispongan de mayores recursos, tendrán más posibilidades de imponerse en los conflictos que se solventan por la vía democrática.

La consecuencia es que la libre confluencia de medios de comunicación privados, incluso con el más amplio abanico de líneas editoriales, por sí sola es condición necesaria, pero no suficiente para garantizar la calidad democrática del sistema.

La democracia no puede depender del albur del mercado; por eso son necesarios los medios de comunicación públicos, la información no debe poseerla exclusivamente un reducido número de grupos empresariales. Eso sí, hay que diferenciar medios de comunicación públicos de medios de comunicación financiados con dinero público. Stéphane Hessel ponía como condición que esos medios fuesen independientes de los poderes económicos, del gobierno de turno y de los poderes internacionales. Es decir neutrales, objetivos y de servicio público.

Ésta es una de las asignaturas pendientes en nuestro país. RTVE, por desgracia, no es la BBC y cadenas autonómicas como Telemadrid se han convertido en juguetes rotos en manos de responsables políticos como la Sra. Aguirre.

A muchas personas les pueden parecer razonables las declaraciones de esta semana de la Sra. Cifuentes en las que afirmaba que, si Telemadrid es deficitario, su decisión será cerrarlo. El grado de desprestigio de la cadena y la baja audiencia que tiene pueden parecer a simple vista buenos argumentos para propiciar la decisión de desaparición del ente televisivo.

Telemadrid ha sido condenada en varias ocasiones, entre los años 2003 y 2011, por distintas instancias judiciales al emitir informaciones que no se ajustaban a la verdad, ha sido denunciada por sus trabajadores incluso ante las instituciones europeas y sus informativos son mal valorados por la opinión pública en general.

Pero Telemadrid no siempre fue así. En sus inicios fue una televisión pública ejemplar, referencia de profesionalidad y cantera de periodistas para todas las cadenas. Daba entonces exclusivas informativas como, por ejemplo, las primeras imágenes de la guerra de Irak, siendo el Sr. Ruiz Gallardón presidente autonómico.

A mi juicio, el problema debe plantearse en otros términos a los planteados por la Sra. Cifuentes. Iniciar el camino de decidir la existencia de instituciones sobre las que se asienta la convivencia democrática en función de su resultado económico es un grave error. ¿O vamos a decidir la existencia de elecciones libres, el sistema de partidos o la permanencia de un hospital según su cuenta de resultados?

La discusión de los medios de comunicación radica en establecer un equilibrio entre los actores económicos y la convivencia democrática. Pero los medios privados se deben a sus accionistas, al mercado, a mejorar su audiencia y son libres de decidir su estrategia y su línea editorial, pero los ciudadanos necesitan la seguridad de que su derecho a la información no depende de las posiciones del mercado.

Telemadrid no necesita el cierre, necesita liberarse de la instrumentalización partidista, recuperar a los profesionales que, con el Sr. Leguina y el Sr. Gallardón, esculpieron la estrella del ente y que fueron despedidos por el gobierno y así recuperar prestigio informativo.

Ningún gobierno ha sido capaz de resolver el problema de la manipulación de los medios de comunicación públicos. En unos meses habrá elecciones generales y los dos grandes partidos deberían comprometer un modelo para RTVE y el resto de medios públicos que asegure su independencia económica e impida la manipulación informativa.

El compromiso no son palabras que apunten a una intención. Es la explicación detallada de cuál es ese modelo, cómo debe ser su financiación y cómo se asegura su independencia de los poderes políticos y económicos.

Tampoco estaría de más conocer la opinión de la oposición política a la Sra. Cifuentes. Ser oposición requiere fiscalizar, criticar decisiones u opiniones no compartidas y desde luego, con cada crítica debe ir una propuesta.