Carlos Rodríguez Braun
Europa y la carrera del dodo
El más famoso pájaro que no vuela es el neozelandés kiwi. El más famoso pájaro literario que no vuela es el dodo de las Islas Mauricio, extinto en la naturaleza pero inmortalizado por Lewis Carroll en el capítulo III de «Alicia en el país de las maravillas», donde organiza una absurda carrera, al final de la cual los corredores le preguntan: «¿Quién ha ganado?». El dodo responde: «Todo el mundo ha ganado y todos deben recibir premio». Ayer quedó demostrado una vez más que el dodo goza de buena salud en la Unión Europea. Se cumplieron los cánones del absurdo. En primer lugar, la gran expectación. Esto posiblemente cambie en el futuro, porque ya la gente empieza a darse cuenta de la tomadura de pelo: en efecto, no puede haber tantas «cumbres decisivas». Después, el tiempo: duran toda la noche, horas y horas sin dormir. No se entiende por qué duran tanto esas reuniones, salvo que integremos la crucial dimensión política: allí se trata de que los gobernantes de cada país puedan alegar que han conseguido proteger el dinero de sus contribuyentes y obtener algo más del dinero de los contribuyentes de los otros países. Esto es imposible en un mundo de mujeres y hombres libres, donde las transacciones voluntarias satisfacen naturalmente a todas las partes. Uno no tiene que pasarse horas y horas en El Corte Inglés para hacer una operación que beneficie a comprador y vendedor. Pero la política no es el mercado. Curiosamente, en la política sí que funciona el «juego de suma cero»: si uno gana, es porque otro pierde. De ahí la satisfacción a la hora de ser «beneficiario neto», algo que lógicamente no pueden ser todos a la vez. De ahí esta carrera absurda, donde no se puede ganar más que a expensas de otro, y todos tienen que poder sacar pecho como vencedores al final.
Obviamente, la carrera dura muchísimo. El resultado es crecientemente confuso pero el mensaje tiene que ser el mismo: todos han ganado. Los austeros, los manirrotos, y un señor de marrón que se llama van Rompuy, y que no se sabe para qué está. Se parece al dodo.
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