Alfonso Ussía
Falta el patinete
El difunto Príncipe Bernardo de los Países Bajos –Holanda, mismamente–, manejaba con mucha soltura la bicicleta. Holanda, como Bélgica –«Le Plat Pays» de Jacques Brel–, están diseñados por la mano de Dios para recorrerlos en bici. Para un ciudadano de Ámsterdam, la calle de don Ramón de la Cruz de Madrid es comparable, más o menos, al Alpe D´Huez, la mítica montaña del «Tour» de Francia. El Príncipe Bernardo pedaleaba sobre una bicicleta una vez a la semana para asistir a la reunión que presidía de un organismo en defensa de la naturaleza, creo recordar que Adena. Apenas tres kilómetros planos desde el Palacio Real a la sede de Adena. Y lo hizo durante muchos años, no sólo un día. Hasta que apareció el malvado pavo real. El pavo real es, con toda probabilidad, el ave gallinácea más cursi del planeta. Oriunda de Asia, los ejemplares machos presentan un plumaje azul y verde con irisaciones doradas, un penacho a modo de cresta y una cola en abanico de original composición que abre en su época de celo para llamar la atención de las hembras. Cuando el celo le invade, a ese alarde de colorido y espectacularidad, el pavo real añade un alarmante estado de enfado con la humanidad. Así que el pavo confundió al Príncipe Bernardo ciclista con un adversario para conquistar los amores de su pava preferida, y arremetió contra él, obligando a Su Alteza picotazo va, picotazo viene, a esprintar desaforadamente, esfuerzo al que no estaba acostumbrado. Cayó de la bicicleta, y a partir de ahí, retomó la sabia costumbre de transportarse en coche.
Nadie se lo tomó en cuenta porque había sobrevivido felizmente al ataque de un pavo real asesino. Pero al nuevo Alcalde de Valencia no le atosigó ningún pavo. Acudió en su primer día de alcalde en bicicleta al Ayuntamiento, y por la tarde, sin pavos amenazadores de por medio, decidió usar el coche oficial. Bicicleta para la foto y la galería, y chófer y coche para cerrar la jornada, que es mucho más cómodo. Que el coche es más confortable que la bici, es algo que también comprenden a la perfección los de «Podemos» y «Compromís». Como la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que usó el Metro por la mañana y por la tarde eligió el taxi para retornar a su hogar. Eso sí, el trayecto en Metro lo hizo acompañada de setenta reporteros que casualmente se concentraron en la estación más cercana al domicilio de la alcaldesa sin ser avisados previamente. «La alcaldesa de Madrid utiliza el transporte popular para acudir al Ayuntamiento», cantaron los podemitas y lumpenólogos con gozo proletario. Todo un ejemplo. Efímero, pero ejemplo.
Que el Alcalde de Valencia fuera en bici y la Alcaldesa de Madrid en Metro carece totalmente de interés. Se trata de dos bobadas sin trascendencia. No hay heroicidad ni ahorro, porque uno y otro tienen a su disposición un coche, otro de escolta y sendos conductores asignados a su servicio que hay que seguir pagando como es de recibo. Falta el trayecto en patinete, pero no los veo físicamente preparados para tan complicada especialidad deportiva. Se caerían los dos, uno en Valencia y otra en Madrid, sin ataque de pavos reales. La portavoz imputada de Madrid, Rita Maestre, la de las tetas y los berridos en la capilla de la Universidad Complutense, sí parece poseer un cuerpo flexible y muelle para moverse por la Capital en patinete. Se lo recomiendo para que adquiera la forma física que precisará para salir pitando de la Mezquita de la M-30 cuando acuda a violar el derecho de los musulmanes a rezar en paz. Claro que alguien me ha informado que eso no lo hará jamás, porque ella respeta los derechos a las creencias y la oración de los musulmanes, que a las mujeres que irrumpen en sus templos sagrados con las tetas al aire y emitiendo berridos, las sacan de sus mezquitas a gorrazos. Pero le presto la idea. En Madrid sólo hay pavos reales en El Retiro, y llegar al Ayuntamiento en patinete es, como poco, guay superguay.
Mi homenaje póstumo a Bernardo de Holanda.
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