Ely del Valle
Faltó Talegón
Confieso que mi primera tentación fue la de escribir sobre ese patio de vecindonas cotillas en el que se ha convertido la política catalana, más que nada porque llevo tiempo apreciando un notable parecido físico –Dios me libre de buscar otras similitudes– entre Pere Navarro y Maxwell Smart, el jefe del inolvidable «Superagente 86». Dos gotas de agua, oigan. Sin embargo, creo que la gala de los Goya, preámbulo del Debate sobre el Estado de la Nación versión esmoquin, merece algún comentario en el que la equivocación de los sobres a la mejor banda sonora no ha sido –aun siéndolo– lo más rocambolesco.
¿Cómo se puede uno equivocar si sólo aparece el ganador en el sobre sellado? Y si no es así, ¿por qué la Academia asegura lo contrario cuando se le pregunta por la tarjeta en la que aparecía Chus Lampreave como mejor actriz secundaria? Una cosa y la contraria no son creíbles. Quizá haya que hablar con Método 3 para enterarnos de qué va a el asunto. Jarrones con flores había pocos, pero puede que la famosa agencia haya colocado unos Wisper XL a las célebres estatuillas.
A mí lo de las críticas al Gobierno, pegatinas incluidas –por cierto, eso debe dejar unas manchas imposibles en el raso–, como que ni fú ni fá. Forman parte del guión de un país en el que los cómicos se creen políticos y los políticos dan risa. Lo que sí eché de menos fue una aparición sobre el escenario de Beatriz Talegón recriminando al respetable por andar lanzando proclamas populistas envueltas en vestidos de firma –y no de modistos españoles– y con olor a Chanel nº5. Hubiera sido el colofón perfecto para un espectáculo en el que de nuevo se volvió a confundir los culos con las témporas.
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