Ángela Vallvey

Felicidad

La Razón
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A todos nos importa y preocupa la felicidad, pero pocos podríamos definirla con exactitud, ni tan siquiera sabríamos concretar cuál ha sido el momento más feliz de nuestra vida. La mayoría, no estamos muy seguros de tener una única ocasión de felicidad que destaque por encima de las demás. Hacemos de la búsqueda de la felicidad incluso una fuente de insatisfacción, de infelicidad, de queja... Pensar que no alcanzamos la felicidad se traduce a veces en una vida de contrariedad, decepción y hasta pena. El pensamiento nos conforma la vida, la moldea. Si vivimos angustiados, será la ansiedad lo que encontremos cada mañana al despertar. Si tenemos una ilusión, pensar en ella nos pondrá una sonrisilla inconsciente en la cara, la esperanza se encargará por su cuenta de llenarnos cada día de expectativas... No se sabe si hay que distinguir el bienestar de la felicidad. Desde luego, no es lo mismo la sociedad del bienestar que la sociedad de la felicidad; probablemente la sociedad de la felicidad estaría más próxima al «bien ser» que al simple «bien estar». Pero también es cierto que los momentos de bienestar que conseguimos disfrutar se acercan mucho a la felicidad. La felicidad es un paraíso soñado donde el tiempo es interminable, como la dicha, mientras que el bienestar feliz es saborear un instante y conformarse con él, recrearse en su preciosa fugacidad, en el regalo de esa cosa pequeña y hermosa. Se podría pensar que la felicidad es como un pájaro, de esos que vuelan libres, pero que también pueden ser domesticados. Goza más de él quien es capaz de atraparlo al vuelo, y luego guardarlo en una jaula que no sea tanto una prisión como un refugio contra depredadores. Una vez que se ha poseído ese ave exótica y delicada, habrá que alimentarla, procurar que no enferme, cuidarla... Así, también la felicidad. Con solo mirarla y pensar en ella, ya nos procura un poco de dicha. Pero hay que salir a buscarla. No viene corriendo sola como un animal deseoso de tener dueño. Vuela libre, y está muy solicitada. Es un pájaro, aunque también podría ser un quiñón de cultivo que hay que arar, abonar, cercar y observar con atención, esperando el tiempo propicio en que ofrezca sus preciados frutos. Y es que la felicidad, como la tierra de los colectivistas, es sobre todo para quien la trabaja.