Enrique López
Feliz año nuevo
Hoy es el último día de un año especial que, como todos, nos deja sucesos buenos y malos. Comienza un nuevo periodo, y con ello se redobla el espíritu de progreso y desarrollo, tanto a título individual como colectivo; nos proponemos retos y tareas, algunos nuevos y otros no tanto, que la realidad irá situando en su lugar, pero lo que no nos puede faltar nunca es la ilusión. El hombre, por naturaleza, tiene la capacidad de perfeccionarse y de superarse día a día, por lo que tiende a buscar la plenitud; pero para llegar a tan preciada meta como lo es la plenitud, es necesario vivir en sociedad; el ser humano necesita de los demás para construir un mundo o ambiente propicio en el cual alcanzar la plenitud, la felicidad. Pero esta sociedad se ordena bajo el ejercicio de la política, necesitamos compartir, confrontar y comunicar, pero lo realmente esencial debe ser que este ejercicio pretenda siempre el bien común, algo diferente de los bienes individuales, aunque deba tender a satisfacer los más posible estos últimos. Para este año 2017 deseo que tanto en España como en el Mundo sea el bien común el principio y fin ético de la política. Tres son los factores que pone en peligro este fin, y que vacían las funciones éticas del Estado mediante las actuaciones de los responsables en todos los ámbitos, político, judicial, económico, etc.: la tentación por la ilícita riqueza, la tentación del poder absoluto y la pérdida del orden político. Siempre parece que el dinero es el que está detrás de toda corrupción, ocupando un lugar preferencial en la escala de valores de una sociedad; pero no podemos olvidar la tentación del poder por el poder buscando el absoluto, el cual corrompe absolutamente; y por último, no podemos dejar de lado ideologías que creíamos muertas y que han revivido en los últimos tiempos con diferentes rostros, algunas de las cuales apuntan de forma más o menos consciente hacia el cuestionamiento y posterior pérdida del orden político. En este peligroso escenario debemos aspirar a que los valores vuelvan a regir la vida pública y también la privada, y así podamos contar con entrega, verdad, lealtad, tolerancia, perseverancia en el espíritu de trabajo y patriotismo constitucional, y todo ello para garantizar la democracia y la libertad. Decía Max Weber que hay dos tipos de políticos: los que viven para la política y los que viven de la política. Por razones obvias el ejercicio de la política debe ser retribuido y lo más posible, pero no se debe anteponer la ambición personal a la ambición política, por más que vayan unidas, porque si gana la segunda, se abandona la senda del bien común por la tendencia al enriquecimiento y al poder por el poder. La transparencia actúa como un elemento que refuerza la responsabilidad y el control social, pero siempre que los datos por sí mismos no sean manipulados demagógicamente por los responsables de la información. En el seno de cualquier sociedad no se puede esperar del responsable político, económico... comportamientos en los que de forma individual ni creemos, ni queremos.
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