Cástor Díaz Barrado

Fin de un imperio

Hace tiempo que la política exterior de Reino Unido camina en la dirección equivocada y las autoridades británicas no aciertan a la hora de fijar los principales objetivos de su acción exterior. La decisión de someter a consulta la pertenencia o no de ese país a la Unión Europea tan sólo producirá consecuencias negativas para los británicos, cualquiera que sea el resultado en dicha consulta. La controversia relativa a la escisión de Escocia, unida al eventual abandono de la Unión Europea por parte de Reino Unido, podría generar, en último término, una debilidad muy notable de este país en la escena internacional. Tan sólo un resultado favorable a la permanencia en la Unión Europea podría mantener, durante algún tiempo, una posición de privilegio por parte de Gran Bretaña en el orden internacional. La Unión Europea no debería ceder en las exigencias que mantiene este país para garantizar su pertenencia al proceso de integración. Poner en entredicho los aspectos centrales de la Unión Europea, tales como la libre circulación de personas, hace que el resto de los estados miembros se vean obligados a rechazar las pretensiones británicas. Únicamente se podrían reconocer algunos componentes no esenciales de la integración y que, en ningún caso, impidan que el traspaso de soberanía se convierta en una realidad irreversible. Lo único que cabe es que la Unión Europea sustituya a los estados, ya que sólo se puede mantener una posición prevalente en el orden internacional dentro de la Unión Europea. Los estados europeos en su conjunto están destinados a desaparecer. La fortaleza de estos estados radica, precisamente, en la capacidad de crear un ente único que actúe, por sí mismo, en las relaciones internacionales. Será muy difícil que quienes se aparten de este criterio de unidad sobrevivan en un orden internacional destinado a funcionar sobre la base de grandes bloques económicos y políticos y grandes estados. La política exterior británica se equivoca en el análisis y habría que evitar que esta posición se contagiase a otros países europeos. Aún es pronto para conocer el posible resultado del proceso que el nuevo primer ministro, David Cameron, acaba de iniciar, pero todo apunta a que Reino Unido será el primero de los países de Europa en el que se aprecien, con toda intensidad, las consecuencias de una política exterior equivocada. No es fácil que una generación asista y compruebe que se ha producido la caída de un imperio. Es posible que nuestra generación pueda dejar constancia de que esto ha sucedido.