Política

El retroceso del independentismo

Las sociedades sometidas a una tensión permanente acaban entrando en un proceso de agotamiento que se denomina fatiga de materiales en el mundo de la ingeniería. Hace demasiado tiempo que la política catalana se ha instalado en una extravagancia tan extraordinaria que se contempla desde una normalidad sobrecogedora. Es increíble que no nos sorprenda la inacción del gobierno catalán, que sea capaz de representar a todo el arco ideológico porque han tirado la ideología a la papelera y están unidos únicamente por la obsesión independentista y la exigencia del derecho a decidir. No hay un caso igual en el mundo donde esté desde la derecha más dura sometida a la burguesía hasta los antisistema de las CUP. Este es el gobierno catalán con el que negocia Sánchez rodeado del habitual aplauso de los periodistas y los medios de comunicación de izquierdas. Hay que defender y sobre todo salvar al “gobierno bonito”, ya que el de Rajoy era feo pero que muy feo porque “no era de los nuestros”.

Es bueno no olvidar que la gran mayoría de mis compañeros son de izquierdas, pero sobre todo detestan al PP y al centro derecha. Los que muestran simpatía por Ciudadanos es en la media en que consideran que resta votos a los populares. La izquierda parte de la máxima dogmática de que solo a ellos les corresponde ocupar el gobierno, por eso cuando pueden lo asaltan de forma inmisericorde. Hay que tener siempre presente que se han apropiado con gran éxito del lenguaje de lo políticamente correcto y por ello son los solidarios, progresistas, humanitarios, dialogantes defensores de los derechos humanos y las libertades públicas, etc.... Es lo que estamos asistiendo en las relaciones con el gobierno sectario y fanático de Quim Torra. Por ello, la izquierda mediática interpreta como diálogo la humillación de los días 20 y 21-D, pero tiene el problema de que una gran mayoría de la sociedad española, incluidos los barones socialistas que tendrán que revalidad sus cargos el próximo mes de mayo, piensa todo lo contrario. No tiene ninguna duda de que fue un acto tan bochornoso como humillante.

Una parte importante de la sociedad catalana está cansada y hay que incluir a los independentistas que han asumido que el “proces” es un camino sin salida. Es un laberinto irresoluble. A pesar de las ofertas humillantes que habría comprometido Sánchez el de las Mercedes, como serían un nuevo Estatuto de Autonomía, inversiones multimillonarias, bilateralidad y un referéndum pactado, la realidad es que en unos meses estará la sentencia sobre el intento de destruir España, se celebrarán municipales, autonómicas y europeas y el socialismo sufrirá una gran catarsis si finalmente se confirma el retroceso electoral. La izquierda ha perdido más de 700.000 votos en las recientes elecciones andaluzas, pero parece que al feliz inquilino de La Moncloa le debe parecer una retroceso irrelevante porque no sólo persevera en su comportamiento sino que lo empeora.

La encuesta que publicamos en La Razón refleja que el soberanismo perdería su actual mayoría y que el constitucionalismo incrementaría sus resultados. Los antisistema cómodamente instalados en las poltronas de Ada Colau y Pablo Iglesias se mantienen en 8 diputados, aunque siguen instalados en su kafkiana confusión sobre el derecho a decidir. Desde luego es algo que resulta muy difícil de explicar a sus votantes en el resto de España. No hay que esperar cambios súbitos en tan corto espacio de tiempo, pero sí que se mantenga esta tendencia de retroceso lento pero continuado que parece irreversible. El problema es que se necesitaría una formación nacionalista que fuera capaz de encauzar a la moderación el antiguo voto que obtenía CiU y que ahora se siente huérfano entre los dos bloques. Es cuestión de tiempo de que se regrese a la normalidad y puedan existir gobiernos en Cataluña sustentados en la ideología, se coincida o no con ella, y no en el fanatismo, el choque con el resto de España y la enfermiza obsesión independentista. Hay que felicitarse porque el constitucionalismo aumente cuatro escaños y que la formación de Puigdemont caiga de 34 a 23.