
Restringido
Fuera de la fe no hay salvación

La democracia de partidos es un buen instrumento para eliminar barreras a la participación política que tenga su origen en motivos económicos, pertenencia a un status social o de cualquier otra naturaleza.
Un partido representa una forma de entender la sociedad, la economía, las instituciones y todo lo que tiene que ver con la vida de las personas. La pluralidad se traduce en la existencia de tantas opciones políticas como sean necesarias para aglutinar el pensamiento de un grupo más o menos numeroso de la sociedad.
Cuando en el seno de los partidos emergen liderazgos, es muestra de que una mayoría de esa organización se identifica claramente con el contenido de proyecto político que encarna la persona que ha sido elegida para liderar.
Por esta razón, las listas electorales se han configurado durante mucho tiempo a partir de los liderazgos en los partidos. La lista electoral estaba formada por hombres y mujeres que encarnaban, en buena medida, un proyecto político.
Como tantas otras personas, llevo militando en el partido socialista muchos años y he vivido multitud de campañas electorales. Algunas, como mero afiliado de base, y otras, con distintas responsabilidades, pero cada una de ellas ha dejado su pequeña huella.
Todo cambia, y la forma de encarar los procesos electorales, también. Hace ya algunos años que la carrera electoral viene marcada y determinada por la imagen y el marketing político; se ha profesionalizado.
Se contratan gabinetes de comunicación, alguno de ellos expertos en marketing empresarial y con poca o ninguna experiencia en el ámbito político, pero la tendencia es a «colocar» un producto en el mercado con las mismas técnicas que una empresa su producto.
Se sintetizan los mensajes en spots publicitarios e incluso se realizan propuestas de personas que se intuye a priori que pueden aportar una cuota de votos extra. Me viene a la cabeza la candidatura del Sr. Baltasar Garzón, como número dos por Madrid, en las elecciones generales de 1993.
Puesto a recordar, también me viene a la memoria la presentación de la candidatura a las elecciones europeas de 1999, en el Palacio de Congresos del IFEMA de Madrid, siendo Joaquín Almunia secretario general del PSOE. En aquel acto, quien era la cabeza de lista del cartel electoral que se presentaba, la hoy magenta Rosa Díez, en su intervención afirmó que el PSOE era su partido, su familia y que allí estaban sus amigos.
Fue la misma Sra. Díez quien un año más tarde intentó liderar el partido socialista, pero, por fortuna, fue ampliamente derrotada. Ésa fue la razón por la que abandonó a «su familia, a sus amigos y a su partido».
Sin duda existen muchas similitudes con la salida de la Sra. Irene Lozano. Ella intentó ser la máxima responsable de UPyD hace tan sólo tres meses y ahora se incorpora al PSOE.
Lo más importante de todo esto no son las múltiples declaraciones, claramente hostiles hacia los socialistas que, de manera prolífica, ha hecho la Sra. Lozano. Las ideas de las personas pueden transformarse a lo largo del tiempo, se pueden reconocer errores y desde luego, rectificar en aquéllo que se había errado es un acto de justicia y de paz con uno mismo.
El PSOE ha sido organización convergente de muchos movimientos socialistas y de izquierdas en nuestro país. Colectivamente muchas personas decidían unir su andadura a este partido centenario. Otros lo han hecho a título individual y han formado parte de ese grupo de personas que se organizan en torno a las ideas socialistas.
Lo que sin duda ha sido denominador común es que cuando uno cree en unos valores, en unos principios y se compromete con unos postulados políticos puede defenderlos desde cualquier ámbito de la vida, no es una condición imprescindible tener una responsabilidad pública, ni mucho menos ser diputado en las Cortes Generales.
De hecho, una noble rectificación puede dar lugar a interpretaciones que generan perjuicio cuando la lectura que pueden hacer los adversarios del partido socialista es que lo que importan son los sillones y no las ideas.
En cuanto a la Sra. Díez, viene a cuento una cita del fallecido Roberto Dorado, brillante socialista que organizó, entre otras muchas cosas, el gabinete de la presidencia del gobierno con Felipe Gonzalez. Un día le preguntaron por el futuro de unos tránsfugas que abandonaron el PSOE en la Comunidad Valenciana para formar un nuevo partido. Su respuesta fue que «fuera de la fe no hay salvación».
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