Ely del Valle

Generosidad interesada

La Razón
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Tras su muy merecido mes de vacaciones – soy de las que piensan que vacacionar, por saludable, debería ser obligatorio para todos – Pablo Iglesias ha vuelto más relajado y con pinta de haberse tomado una ducha fría de realidad. El éxito de Podemos, su capacidad de arrastre y su olor a estuche nuevo van resbalando hacia la indiferencia y menguan de manera constante desde las elecciones andaluzas, y por eso ahora se replantea nuevas alianzas con otros partidos afines a los que hace seis meses le hubiera importado un pito comerse por los pies. Podemos utilizó una parte sustanciosa de la izquierda como peldaño para llegar al pódio, y cuando lo alcanzó decidió que no merecía la pena compartirlo: jamás caballo y guerrero comparten los mismos honores. Ahora, aquella izquierda que le fue despejando el camino a Iglesias y los suyos, lejos de quedarse en la cuneta lamiéndose las heridas, ha decidido rebrotar en decenas de siglas que piden su parte; y ahora, Iglesias no tiene más remedio que bajarse de la peana. Su magistral, por imposible, defensa de Tsipras y el poco fuste que están demostrando algunos de los suyos en los gobiernos municipales le han oxidado los laureles antes de que sus muertos dejasen de estar vivos del todo; por eso, no es que se muestre más generoso, es que las alianzas le hacen falta para evitar que el personal se le siga marchando a otras formaciones que prometen lo mismo que prometía Podemos antes de tener que demostrarlo. Iglesias sabe que lo que hasta ahora ha sido ancla, de cara a las elecciones puede ser flotador. El tamaño y la profundidad de sus alianzas dependerán no de la equidad social, ni de un programa coherente sino de lo que vayan revelando las encuestas. Como cualquier político al uso, que al fin y al cabo es en lo que ha devenido.