Luis Alejandre

Germinar en surcos

Nuestra hermana Colombia se encuentra en una fase trascendental de su historia, muy cerca de alcanzar una paz «estable y duradera» tras alcanzar el «Acuerdo general para la terminación del conflicto» firmado en La Habana el 26 de agosto de 2012 entre su Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias-Ejército del Pueblo (FARC). Cuba y Noruega firmaron como garantes y Venezuela como facilitador y acompañante, condición a la que posteriormente se añadió Chile. Echo de menos la presencia de España.

Siempre me ha llamado positivamente la atención que en Colombia los movimientos insurgentes hayan utilizado como bandera y como himno el nacional de su país. Tan acostumbrados estamos en España a ningunear los signos de la Patria común, venerando distintas banderas, que para el caso del proceso de paz que vive la República hermana ya constituye indiscutiblemente un buen «punto de soldadura». Todos juntos cantan una estrofa de su himno extremadamente significativa hoy: «En surcos de dolores, el bien germina ya».

Porque el país lleva viviendo décadas en surcos de dolores. Las cifras de muertos, desplazados, heridos y mutilados es estremecedora. Por tanto, cualquier esfuerzo que se realice en mitigarlas tiene hoy un gran valor. Porque hay que convertir estos surcos de dolor, las trincheras y los campos de minas, en tierras donde germine no sólo el bien, sino la concordia, el hermanamiento, el esfuerzo común, el –¿por qué no?– patriotismo.

Por supuesto, el camino no es fácil. Lo ha reconocido el presidente Santos en su periplo por Europa, una vez superada la incertidumbre de unas segundas elecciones presidenciales. Tiene unos años por delante, suficientes para cerrar el proceso. Por supuesto, le deseamos éxito, aunque bien sabemos que una decisión de esta envergadura debe superar mil inconvenientes, incluido el «fuego amigo». Estos mismos días miembros de las FARC asesinaron a dos indígenas de la comunidad Nasa originaria de la región del Cauca. Desde La Habana sus responsables, que siguen las negociaciones, «lamentaron las muertes». Ya es algo. Porque debe asumirse que lo que en su momento se firme como acuerdo definitivo encontrará disidentes que no lo acatarán.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) concentró recientemente a un buen grupo de especialistas en De-sarme, Desmovilización y Reintegración (DDR) a fin de presentar ante una recién nombrada subcomisión de carácter técnico que preside el propio jefe del Estado Mayor Conjunto el general Javier Alberto Flórez, sus experiencias en diversos procesos de paz, especialmente los desarrollados en América Central y en África. En palabras del jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle , «no estamos negociando un cese el fuego ahora; la fuerza pública sigue actuando en todo el territorio nacional; la Subcomisión se limita a preparar posibles mecanismos futuros que sólo entrarían en vigor en el momento en que lleguemos a un acuerdo final». Hay prudencia en la declaración, pero hay previsión. El «qué», viene a decir, deberemos firmarlo las partes que discutimos el Acuerdo General. Pero ello no obsta para que se vaya pensando en el «cómo» ejecutarlo. Y para este «cómo», son buenas las experiencias de los expertos. Yo suelo decir que los procesos no son los vagones de un tren, donde cada acuerdo debe esperar a que pase el anterior. Entiendo que pueden ser como los vehículos en una carretera. En un momento adelantando; en otros circulando en paralelo; en otros, repostando o retrasando. Pero el objetivo final debe ser el mismo: llegar. Llegar al momento de la firma, del abrazo final. Llegar sabiendo que no todo estará previsto, que surgirán piedras en el camino, que se pondrá a prueba lo firmado.

Y debe tenerse en cuenta lo que contempla el Acuerdo en su punto III: «Garantizar la efectividad del proceso y concluir el trabajo de manera expedita y en el menor tiempo posible, para cumplir con las expectativas de la sociedad sobre un pronto acuerdo». Es decir, el reloj también forma parte del escenario, porque la sociedad colombiana lo merece y lo necesita.

Experiencias de procesos en Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Mali, Bosnia, Kosovo, Sudán y Sudán del Sur, Costa de Marfil, Mozambique y Liberia fueron presentados por militares y civiles procedentes del Pearson Peacekeeping Centre de Canadá –con un dinámico Cornelis Steeken animador junto a miembros de la OIM del encuentro– , o de la Folke Bernadotte Academy sueca –Hans Thorgren y Stefan Àström–, o independientes como Alex Fieglar, también miembro de Pearson, hoy residente en Varsovia, o Claudio Gramizzi, uno de los mejores expertos sobre el terreno en materia de DDR en África. El valioso testimonio de Joaquín Villalobos, uno de los cinco comandantes del FMLN salvadoreño, dio consistencia a lo debatido durante tres días en Bogotá.

Indiscutibles semillas sobre los surcos. Su germinar dependerá de múltiples esfuerzos que nos llevan a finales de 2015 para soñar en el definitivo acuerdo político. Alcanzado éste, quedó claro que técnicamente los mecanismos para un desarme, desmovilización y reintegración (DDR) son posibles.