Cástor Díaz Barrado
Grândola
La crisis económica ha golpeado con fuerza a Portugal y, sin duda, este país está viviendo unos de los momentos más duros de los últimos años. Las exigencias que ha impuesto la troika a nuestro vecino país son de un gran rigor y conducen, a la postre, al desaliento más profundo de los portugueses. La reacción política está servida y se expresa en las calles portuguesas. El recuerdo de la canción de Zeca Afonso con la que se inició la Revolución de los Claveles, y que es entonada en muchos de lo actos en los que se reivindica otra forma de enfrentar la crisis, demuestra el dramatismo de la situación, pero, también, la esperanza que habita en los corazones de los portugueses de que quizá sea posible superar con éxito este momento. Un país no de grandes dimensiones y con no mucha población como Portugal, pero tan grande en su historia y en el modo de enfocar la realidad internacional y las dificultades a las que históricamente se ha enfrentado, tiene, con seguridad, mucho futuro. Es posible que el Gobierno de Passos Coelho tenga que modificar algunas de las líneas políticas y económicas que han marcado el devenir de Portugal desde su llegada al poder y que han significado una apuesta incondicional y sin fisuras por la austeridad. La situación social en Portugal se deteriora paulatinamente y la pérdida del poder adquisitivo y la devaluación real de la economía se aprecian por todas partes y en todos los rincones del país. Portugal precisa una revolución económica profunda, pero no se puede decir, como en el caso de España, que la situación actual se deba en parte a los excesos del pasado. El riesgo de que se atomicen las fuerzas políticas y que el descrédito de los partidos tradicionales alcance un grado de insostenibilidad para la población portuguesa es real y no debe menospreciarse en modo alguno. En un país como Portugal, de grandes perspectivas y honda formación, nadie debe perder la sensibilidad social y no sólo se debe combatir la crisis con medidas que conduzcan al estancamiento. El descontento de la población portuguesa con la troika es patente; lo que hay que evitar es el desapego que se pudiera producir con el proceso de construcción europea en un país que, como España, confía su suerte futura en el marco de la Unión Europea. Debemos estar atentos a los nuevos acontecimientos en Portugal y nunca podemos olvidar que, en política y en democracia, «o povo é quem mais ordena».
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