Lucas Haurie

Grietas en el régimen

La Razón
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La agonía, en el sentido unamuniano, de las dos almas socialistas, la institucional y la republicana, se ha reproducido como por esquejes en una interminable serie de pequeñas guerras civiles que terminarán con la implosión del PSOE. ¡Algunas son batallas internas, dentro del propio cerebro de sus dirigentes! Tal es la conflictividad que han desarrollado los líderes de un partido que adolece, precisamente, de falta de liderazgo. Varias de esas conflagraciones las protagoniza Susana Díaz, tan loable en el ejercicio de garante de la unidad nacional frente a las veleidades centrífugas de su secretario general como infame en su hostigamiento a Pedro Sánchez. La misma presidenta de la Junta es desde que asumió el cargo un animal bicéfalo, con una cabeza gobernante en San Telmo y la otra vigilante en Ferraz, pero debe tener cuidado porque ese desdoble de la personalidad corre el riesgo de degenerar en esquizofrenia. De momento, la testa autonómica amenaza con provocarle una terrible jaqueca como se confirme la nonata proclividad a la oposición que parece con germinar en Juan Marín. Hasta para la anchísima manga del portavoz regional de Ciudadanos es escamante la identidad, siempre aledaña al poder juntero, de los beneficiarios del multimillonario fraude de los cursos de formación. Eso empezó a ser así el siglo pasado, cuando Díaz jugaba con la Nancy en la sede de la agrupación de Triana, pero ha continuado hasta hoy sin que se perciba voluntad alguna de recuperar un céntimo mal desembolsado. Creía la doña que este bipartito sui generis le permitiría dedicarse a sus labores orgánicas pero hete aquí una comparecencia parlamentaria. Primero sale una grieta, luego cae un cascote y al final...