José María Marco

Hacia otra España

Ayer se anunciaba en estas páginas que el PSOE ha puesto a trabajar a un grupo de juristas, catedráticos y sociólogos en un documento que presentará a modo de ponencia en la Comisión Constitucional del Congreso. Las líneas las adelantó Pedro Sánchez en un artículo publicado en «El País» el domingo. Se trata de asignar competencias, asegurar una financiación previsible y suficiente, reformar el Senado, reconocer las singularidades de algunas comunidades, promover la lealtad recíproca y garantizar iguales derechos a los ciudadanos. También se trata de dar un nuevo impulso a la democracia, fomentar la participación ciudadana, revitalizar el Parlamento, mejorar la representatividad de los electos, reducir los aforamientos, asegurar la independencia de la Justicia y tener en cuenta la realidad de la UE. Por si todo esto fuera poco, la reforma reconocerá también las nuevas formas de familia, suprimirá «definitivamente» la pena de muerte, hará de la protección de la salud un derecho real y efectivo, tutelará el derecho al trabajo y a la vivienda, y garantizará el compromiso efectivo de los poderes públicos con las políticas sociales del Estado de Bienestar.

Esto no son una, ni dos ni tres enmiendas. Esto es trasladar todo el debate político a la Constitución y proponer la negociación, aprobación y votación –sin descartar el referéndum– de un texto nuevo. Por eso María Dolores de Cospedal comentó que lo que Pedro Sánchez propone no es una reforma de la Constitución, sino una Constitución nueva. Confundir un programa político con la propuesta de una nueva Constitución no es un gesto cualquiera. Hay razones de táctica política: enfrentado a un competidor antisistema de izquierdas, el PSOE busca afirmarse no como alternativa al PP, sino como alternativa al propio sistema.

También hay fidelidad a una tendencia profunda del PSOE. Se trata, efectivamente, de fundar algo más: un marco nuevo de convivencia definido según criterios ideológicos, un nuevo pacto que ya habrá hecho las delicias de los nacionalistas, convertidos en los mejores aliados del PSOE. Una nueva nación. Es el mismo gesto que se viene repitiendo compulsivamente desde finales del siglo XIX. Siempre nos ha llevado a la catástrofe. En vez de continuar, profundizar y mejorar una realidad en la que todos nos reconozcamos, parece que los socialistas quieren forjar –otra vez– una nueva España a imagen y semejanza de sus necesidades políticas. En el fondo, se trata siempre de lo mismo: dejar al PP fuera del sistema. Con el pretexto de traer algo nuevo, Pedro Sánchez nos devuelve al pasado más oscuro. Siniestro.