José Antonio Álvarez Gundín

Harás cosas que me helarán la sangre

No servirá de nada, salvo para recordar que sus muertes no fueron banales y que tal vez quede algún resto de dignidad en el país olvidadizo que tienen por sepultura. La manifestación de mañana, convocada por las víctimas del terrorismo, no servirá para anular una sentencia inicua, ni para que los asesinos se pudran en la cárcel, ni para persuadir a los equidistantes o acomodaticios de que el empate es la más humillante de las derrotas. Tampoco será de provecho para esa izquierda de hoz y gulag que el lunes brindó por la libertad de los Parot. ¿Para qué, entonces, salir a la calle? No por utilidad, sino por decencia. Por imperativo moral, acaso. Y por traer a la memoria aquellas proféticas palabras de una anciana madre, la del asesinado Joseba Pagazaurtundúa, quien en su desolación intuyó hace ocho años a dónde conducía la ignominia: «Ya no me quedan dudas de que cerrarás los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamándolas por los nombres que no son».

Para no cerrar los ojos y por decir sus nombres, el de los casi mil asesinados en estos 50 años de terror, como en la salmodia interminable del Museo del Holocausto: para eso merece la pena bajar mañana a la calle y sumarse a la protesta con los familiares de las víctimas. Decir todos los nombres, uno detrás de otro, desde el primero, que es el de la niña de 22 meses Begoña Urroz Ibarrola, hasta el último, el de Fernando Trapero Blázquez. Uno detrás de otro, uno detrás de otro... He ahí la memoria histórica de la democracia, la que es digna de reivindicar para que las futuras generaciones nos absuelvan, si son magnánimas. Nos helaron la sangre, pero no dejemos que además borren nuestra memoria. Es la modesta rebelión que aún podemos oponer antes de que los sepultureros insomnes echen otra paletada de olvido sobre la sangre derramada. Mínima rebelión también ante esa asamblea de jueces que, reunidos a escape, se han conducido como mujerucas asustadas. Hay todavía familias esperando a que se juzgue a los asesinos de sus hijos o de sus padres, pero no parece que sea tan urgente como excarcelar a la etarra más aplicada de la banda con 24 asesinatos. Hay todavía 300 asesinatos de ETA cuya autoría concreta está por determinar, pero lo perentorio ahora es poner en libertad a quienes posiblemente sean sus autores. Por lo demás, es la hora oportuna de que cada partido político con víctimas en sus filas (PP y PSOE, sobre todo) se mire en el espejo y soporte, quien pueda, su reflejo y el eco de las voces que reclaman desde el pasado.