Toni Bolaño
Harley y Rull
Robert Harley no es el inventor de esa moto que surca las carreteras de todo el mundo haciendo de la potencia casi un arte. Ni mucho menos. El señor Harley, el primer conde de Oxford, era el primer ministro del gobierno británico cuando Inglaterra firmó el Tratado de Utrech con Francia en 1713. Apenas un año después acabó con sus huesos en la cárcel. Ni conseguir La Roca le sirvió para librarse de la Torre de Londres. Casi en paralelo, su antigua aliada Cataluña perdía la Guerra de Sucesión abandonada por ingleses y con el archiduque Carlos más interesado por el trono germánico que en seguir peleando por sus derechos sucesorios en España.
Poco debería imaginarse Sir Robert Harley que 300 años después, un dirigente nacionalista catalán, el secretario de organización de CDC, Josep Rull, comparara Gibraltar con Cataluña como si de una colonia se tratara. Rull aboga por un referèndum para que «el pueblo gibraltareño» pueda elegir libremente su futuro.
El calor, sin duda, nos afecta a todos. ¡Y de qué manera! Los políticos tampoco están exentos de los rigores estivales. Rull no tiene en cuenta que el «pueblo gibraltareño» no existe. Son ciudadanos británicos a todos los efectos pero que fijan su residencia en España aunque pagan sus minusválidos impuestos en el Peñón. También acuden a los servicios sanitarios en España como ciudadanos europeos. Juegan con tranquilidad con el dinero negro y son la pantalla preferida de los inversores extranjeros que necesitan testaferros para situar sus empresas en un paraíso fiscal en Europa. Con esta tarjeta de presentación no creo que los habitantes de la colonia quieran cambiar su estatus. No quieren parecerse a los ciudadanos ingleses al uso. Ni a los de Londres ni a los escoceses. A ninguno. Quieren seguir con su estatus de corsario con patente de corso y hacer su agosto de por vida.
Comparar la situación política de Gibraltar y Cataluña es de un nivel intelectual cercano a la búsqueda de la diferencia entre el tocino y la velocidad. Caer en esta demagogia barata nos indica el nivel de credibilidad y solvencia de algunos dirigentes. Gibraltar y Cataluña tienen escasos puntos de comparación aunque del nacionalismo catalán surjan voces empecinadas en encontrar similitudes a no ser que aspiren a ser los nuevos corsarios de Europa, previo paso de convertirse en colonia. Harley no imaginó nunca los efectos del Tratado de Utrech. Ni los que padeció él mismo ni los que provocan los calores estivales 300 años después.
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