César Vidal
Hillary, Bernie y el español
A mitad de esta semana se celebró un debate en Miami entre los aspirantes a la nominación demócrata, Bernie Sanders y Hillary Clinton. No voy a entrar en los detalles de la confrontación que fue extraordinaria. Me detendré, sin embargo, en un detalle de especial relevancia. Aunque Bernie y Hillary hablaron en inglés y respondieron a preguntas formuladas en la misma lengua, sus palabras se veían en televisión dobladas simultáneamente al español. No sólo eso. Dos de los tres periodistas que los interrogaban no dejaban de incluir en sus intervenciones prolongados parlamentos pronunciados en español. Por supuesto, los comentarios en los descansos y al final eran también en esa lengua perseguida sañudamente en algunas partes de España. El valor del español en Estados Unidos es, realmente, incalculable. No sólo es que hay más hispanoparlantes en la nación de las barras y las estrellas que en España. Además, resulta una lengua extraordinariamente valorada. Como decía un conocido cómico texano: «Me he puesto a estudiar español porque es la lengua del futuro. «Asshole» (gilipollas), ¿cuántos franceses conoces tú que vengan cada semana a vivir a Estados Unidos?». El pragmatismo que caracteriza a los norteamericanos hace décadas que reconoció la relevancia incomparable del español. Después del inglés, ninguna otra lengua es más hablada y estudiada. Hay que decir que, lamentablemente, no gracias a los españoles. Las administraciones gastan mucho más dinero público en promocionar el vascuence o el catalán que el español. Sin embargo, la realidad en EE UU no funciona a golpe de subvenciones. Así, nadie, salvo algún forofo del Barça o algún descendiente de ovejeros tiene el menor interés en las dos interesantes lenguas regionales, pero el español se mantiene a pesar del abandono institucional y privado. Subrayo lo de privado porque incluso las grandes compañías mediáticas y editoriales no se han esforzado precisamente por abrirse camino en EE UU. Francia, Italia, incluso Alemania intentan hacerse un lugar bajo el sol. No es el caso de España. Sin embargo, a pesar del abandono y la desidia, su mejor producto, la lengua española, se abre camino como si fuera petróleo o tecnología punta. ¡Ay de los que piensan que se puede ir por el mundo prohibiendo el español y sustituyéndolo por un hermoso dialecto del provenzal! Se puede pretender, pero de la misma manera que algunos sostienen que Ada Colau es guapa o Manuela Carmena, sensata. Los hechos, como decía Lenin, son testarudos. Y si no, que se lo digan a Hillary o a Bernie.
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