Alfonso Merlos

Historia de una farsa

Con los cuentos a los niños. Por favor. El PSOE puede hacer lo que le cuadre y cuando le venga en gana. Si es pegándose lo más posible al principio de democracia interna que debería regir la vida interna de los partidos políticos, mejor. Pero que no nos vendan humo, ni hagan teatro, ni protagonicen una coreografía patética con la que encumbrar a un nuevo y carismático líder. No. De ninguna manera.

¿Qué está pasando? ¿Resulta que ahora Gabilondo es el redentor que esperaba la izquierda centrada en Madrid? ¿Nos hallamos ante un nuevo mesías? ¿Tiene las sobrenaturales facultades de caminar sobre el agua o de conseguir que el mar se abra a su paso? ¿Son de repente sobresalientes las capacidades para la gestión y la organización y el mando de este político gris y de dudosa estatura pública?

Es simplemente abracadabrante –aunque en cierto modo previsible– el recorrido de esta farsa. De la noche a la mañana resulta que el Partido Popular está perdiendo votos a costa de Ciudadanos. De un día para otro sucede que Podemos se convierte en un globo pinchado y arrumbado por la demoscopia. Y, como consecuencia de todas estas elucubraciones trazadas por la hábil factoría de Ferraz, emerge «el candidato». En mayúsculas. Sin discusión.

Hay abanderados del puño y la rosa que arguyen que «no hay mal que por bien no venga» tras la decapitación de Gómez. Por el contrario, otros se aferran al dicho de que «hay que hacer de la necesidad virtud».

Pero el hecho cierto de toda esta historia es que actualmente tenemos a los prebostes del moderantismo enfrascados en un infructuoso juego por el que intentan camelarse de forma burda a los votantes. Y críticos ante un socialismo que huye como pollo sin cabeza.

Salvo la de Ángel Gabilondo, ahora incuestionable cerebro y deslumbrante faro. ¡Manda huevos! (Con perdón).