Pilar Ferrer

Humano y social

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Poco antes de la Junta Directiva Nacional, en los aledaños de Génova 13, varios cargos regionales del PP apuraban un café. Muchos, dirigentes en la periferia, hacía largo tiempo que no veían a Mariano Rajoy en persona. En medio de toda una convulsión política y económica, la expectación era grande. Sabido es el carácter templado del presidente, pero la incógnita era el mensaje. En la emblemática cafetería cercana al cuartel general, las gentes que día a día defienden sus ideas, su política de servicio, esperaban a un Rajoy que no defraudó. Tal vez porque el presidente es buen lector de Aristóteles, fue la suya una intervención entre lo humano y lo social. Basada en esa ciencia, la Economía, con mayúsculas, que el gran filósofo definió como el equilibrio entre los recursos y necesidades de las personas. Hete ahí el eje central de su discurso y la defensa de su gestión. A quienes le critican les recordó su capacidad para frenar un posible rescate, la solidez del sistema financiero, la tranquilidad de los ahorradores frente a otras turbulencias y el camino, sin tibieza e incertidumbres, para el crecimiento. Reformas ásperas, duras, impopulares, pero que darán su fruto en breve. En medio del «caso Bárcenas», y con el ya descafeinado ataque a Alberto Núñez Feijóo, quiso Rajoy hablar de los acosos a políticos, en su condena a quienes bajo el paraguas de una solapada libertad de expresión violentan la de los demás. Se solidarizó con ellos y apeló a centrarse en lo que de verdad importa al ciudadano: su vida diaria, el empleo y el bienestar social. Unidad, sin distracción. Limpieza, frente a los mangantes, que no pueden empañar a los políticos honrados. Un Mariano Rajoy en estado puro, por el camino de combatir la crisis y salir del túnel.