Alfonso Ussía
Igualdades
El Gobierno municipal de Madrid está compuesto por representantes de diversos grupúsculos de Podemos que se llevan muy mal. Uno de ellos, no recuerdo cual y nada me importa, es el de Celia Mayer, la concejala de Cultura que ya no es de Cultura pero sigue de concejala. La alcaldesa, hastiada de las gamberradas de Mayer, le ha quitado la Cultura, creando para la pateada la concejalía de la Igualdad, que suena bien pero nada más. Como si la comunidad de propietarios del inmueble en el que habito me nombra «Asesor de Semejanzas». Muy de agradecer, pero en el fondo, aire.
Celia Mayer ha sido una concejala de Cultura muy gamberra, que ha demostrado desde su primera decisión su incultura, sesgo, resentimiento, y mal carácter. Sus errores en los cambios de nombres de las calles aplicando a su manera la Ley ésa de la Memoria Histórica. Los titiriteros proetarras. La ridícula cabalgata. La hartura de sus histerismos. La eliminación de los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal. Su desprecio al mundo del Teatro. Sus más ardientes defensores aseguran que en su casa tiene algunos libros, de los cuales su preferido es «Rubens en el Museo del Prado», con unas fotografías preciosas.
A partir de ahora, será la concejala de Igualdad, que es concejalía enigmática. ¿Igualdad con quién y para qué? ¿Qué presupuesto va a manejar para igualarnos? Hace pocos días, Irene Montero, que es un prodigio de la oratoria, propugnaba la búsqueda de los esquemas igualitarios para alcanzar la justicia social en el espacio femenino. No pretendo inmiscuirme en las decisiones de la alcaldesa de Madrid, pero de haber sido ella, que no lo soy obviamente, le habría encomendado a Celia Mayer la concejalía de Búsquedas de Esquemas Igualitarios, que goza de más empaque sonoro que la Igualdad a secas.
Celia Mayer es mujer de poco sosiego. Parece que ha surgido de la mitad del viento. Zapatero hizo ministra de la Igualdad a la señora Aído, y no le fue mal. No hizo absolutamente nada, pero al dejar de ser ministra la enchufamos en Nueva York. Sucede que entre ministra y concejala media largo trecho. Cuando Celia Mayer abandone la concejalía de Igualdad, no la podremos mandar a Nueva York como a la señora Aído. Lo máximo, a Filadelfia, que es ciudad fea y aburrida como pocas. Se dice que en un concurso de televisión en los Estados Unidos, alcanzaron la final dos individuos de amplios saberes. Y que el ganador obtuvo como premio viaje, hotel y estancia durante una semana en Filadelfia, y el finalista derrotado, viaje, hotel y estancia durante dos semanas en Filadelfia. Esas cosas que pasan en este mundo tan raro.
Como madrileño, me congratulo de tener una concejala de Igualdad. Si ella me pide que procure ser igual a quien ella decida, haré lo posible por responder a su demanda con entusiasmo. Me gusta colaborar. Claro, que una cosa es la intención y otra el logro. Y mucho me temo que tampoco va a triunfar en su nuevo cometido, porque la igualdad es imposible. ¿Cuántos huevos ponen al día todas las gallinas del mundo? A ojos de buen cubero unos tres mil setecientos diecisiete millones de huevos. Ninguno es igual a otro. En un estudio de la Universidad de Georgetown se llega a una conclusión definitiva. No hay dos ombligos iguales en el mundo. Se estudiaron y compararon dos millones de ombligos masculinos y dos millones de ombligos femeninos. El resultado: Cuatro millones de ombligos diferentes. La Alcaldesa Carmena haría bien en encargarle a Celia Mayer un estudio semejante. Al menos, algo haría, porque tenerla en los pasillos buscando igualdades resulta más que humillante.
Pero la Cultura está hoy de celebraciones.
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