Julián Cabrera

Independencia y cajeros

Me comentaba alguien del consulado español en Edimburgo, en vísperas del referéndum escocés, que una de las incertidumbres que más se detectaba entre parte del electorado era la de verse abocados, aunque fuera sólo coyunturalmente, a la posible imagen de colas en los cajeros automáticos, uno de los elementos más comunes del mobiliario urbano en el mundo desarrollado.

Ese miedo es probablemente irracional, la escena no tendría porqué darse de haber ganado el «sí» a la independencia; sin embargo, las dudas sobre qué moneda expenderían los cajeros a la vuelta de un par de años o de qué banco y en qué condiciones, sí que han pesado inevitablemente tras el anuncio de entidades financieras en los días previos a la consulta, de abandonar una Escocia desgajada del Reino Unido.

En Cataluña el órdago independentista está abocado al fracaso, pero una presión a veces goebbeliana desde las terminales de la llamada Asamblea Nacional Catalana y de la propia Generalitat no acarrea precisamente certidumbres. No hay más que echar un vistazo al descenso de depósitos bancarios en Cataluña en lo que va de 2014, por no hablar de la preocupación en conocidas entidades cuya cifra de negocio se sitúa mayoritariamente en el resto de España.

El gesto claro de bancos y empresas radicados en Escocia puede y debe ser otro acicate para los radicados en Cataluña, si cabe con una mayor contundencia. La realidad es tozuda, se ponga como se ponga Artur Mas, el dinero aquí, en Escocia o en Pernambuco huye de las secesiones y aventuras independentistas. Y no sería malo recordar que los mismos grandes fondos de inversión a los que hoy preocupa lo justo el tema catalán, no tardan ni un suspiro en volar si se les encienda una luz de alarma.