Julián Cabrera

Índice flácido

Desde que el partido socialista lanzó hace semanas a Elena Valenciano como cabeza de lista a las europeas, la número dos de Pérez Rubalcaba ya se ha recorrido media España persiguiendo un fantasma. No hay nada peor que no poder poner cara al adversario de la vil derecha para acusarle en primera persona de los recortes, de la existencia de Bárcenas, de la reforma en la Ley del aborto o si es preciso de la muerte de Manolete.

Se percibe un cierto ápice de desesperación ante esa momentánea ausencia de una cara clavada en el tablero de los dardos, tal vez de ahí las afirmaciones de Óscar López apuntando que «nadie quiere dar la cara por Rajoy en las europeas»; curiosa afirmación en un momento en el que muy especialmente en el PSOE hay más que codazos para formar parte de tan privilegiada lista y cómodo destino.

Pero no nos engañemos, también se percibe una indisimulada impaciencia en la parroquia popular, tal vez porque en ausencia de cabeza de lista que haga de pararrayos, las andanadas de la precampaña socialista mojan más molestamente por aspersión. Que nadie se equivoque, una cosa es que para Rajoy no sea cuestión de vida o muerte el cuándo y el quién de una lista y otra muy distinta es que no le interese esta cita con las urnas ni valore el significado de su importancia para España.

El tiempo no siempre corre a favor de quien da los primeros pasos, sino de quien sabe medirlos. Elena Valenciano puede seguir regalándonos perlas como la de una Europa «a la andaluza», pero a veces tener mucha cuerda es sinónimo de ahogarse con ella y después vendrá señalando y cuando toque el dedo índice, no precisamente vago o flácido de Rajoy.