Ely del Valle
Indulto temporal
Quedaba la duda de si no era más que un rumor difundido por elementos externos interesados en chafarle los planes al líder, pero no. El aplazamiento del Congreso es la constatación de que la cohesión del PSOE está sujeta con alfileres y que a Pedro Sánchez sólo lo sostiene la posibilidad, remota pero no imposible, de conseguir formar un gobierno.
En una pirueta que puede calificarse de heroica, el todavía secretario general ha conseguido mantener durante tres meses la ilusión de que su habilidad para colocarse en el centro del debate político le fortalecía dentro y fuera del partido. No es verdad. Sus pésimos resultados siguen pesando como una losa y no son pocos los que estarían encantados con hacer borrón y cuenta nueva. Sin embargo, es esa misma división interna la que paradójicamente le va a dar a Sánchez su última oportunidad. Si su liderazgo no estuviera en entredicho, el Congreso no necesitaría aplazamientos: se celebraría con su única candidatura respaldada por una aplastante mayoría y aquí paz y después gloria. Es precisamente la posibilidad de que le salgan algunos rivales de enjundia lo que va a llevar al Comité Federal a retrasar la puesta en escena de una crisis que viene larvándose desde que las primeras encuestas vaticinaran los malos resultados en las urnas.
A Sánchez sólo le queda el clavo ardiendo de Iglesias para mantenerse y aun así, parte de su partido se sentiría traicionado si se hiciesen concesiones a Podemos renegando de un pacto que ha sido refrendado por la militancia. Es verdad que el poder tiene la facultad de transformar el hedor en Chanel número 5, y que si lo consigue nadie le va a toser, pero de lo que no cabe ya ninguna duda es de que si fracasa, lo que le espera es una mayoría abrumadora de pulgares apuntando hacia el infierno.
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