Ángela Vallvey
Inmoraleja
Moraleja: lección o enseñanza que se deduce de un cuento ejemplar, una fábula didáctica, un sucedido instructivo, una experiencia edificante... A ésta que lo es, la arriba firmante, siempre le han gustado las moralejas. Tuve la inmensa suerte e incalculable fortuna de tener los abuelos más maravillosos del mundo y me aficioné a las moralejas gracias a ellos, que me explicaban qué cosa tan rara, pero tan sencilla y lógica, es la vida, mediante fabulaciones que, decían, eran tan ciertas como ficticias, pero servían para explicar esto y aquello y lo de más allá.
Eran lecciones morales. Todas recomendaban que lo mejor es gozar de la vida y hacer que los demás la disfruten sin causarse daño a uno mismo ni hacérselo al prójimo. Justo lo que sugería también el gran Chamfort. Yo creía aquello a pie juntillas porque confiaba totalmente en sus palabras, para mí los abuelos eran una fuente indiscutible de autoridad, jamás me defraudaron y sus enseñanzas mantienen hoy la misma vigencia que las leyes físicas y matemáticas que estudié en el colegio.
Pero los tiempos han cambiado. La moral, como siempre ha ocurrido, no se enseña con teorías ni recomendaciones en boca de alfeñiques mentales o de esa especie de moda, muy contemporánea, potente y pródiga, de gran influencia social, que podríamos denominar el «blandengue moral», o el «fofimoral»: persona para la que «todo depende» en cuestiones éticas, y que no sabe distinguir el bien del mal, que incluso confunde peligrosamente el obrar mal con el hacer bien. Por eso resulta imposible «enseñar» conductas morales hoy día, porque la moral sólo se promueve en niños y jóvenes a través del ejemplo, pero faltan guías que eduquen moralmente, que cuenten historias con moraleja. Hay carestía de ejemplos. Aunque abunda algo que está en boga: la «inmoraleja» del «fofimoral».
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