Política
Intenciones ocultas
Saber que hay seres humanos que ocultan sus intenciones, en ocasiones, despierta muchos sentimientos como el de curiosidad sobre qué se esconde. Temor y desconfianza por las consecuencias que pueda tener para nosotros e incluso desarrollar una faceta poético-dramática.
Por estas razones se han hecho largometrajes y cortometrajes de cine con este título y esta temática y se ha escrito para llenar una biblioteca acerca de cómo descubrir las intenciones ocultas de las personas. Los especialistas en lenguaje corporal apelan a fijarnos en múltiples fenómenos neurológicos, como el pestañeo cuando se fija la mirada en un punto, la pausa en la respiración por una fracción de segundo cuando se miente o la tensión de los músculos de la mandíbula.
Saber que las personas con las que nos relacionamos no tienen una agenda oculta es una garantía de que actúan de buena fe. Los juristas tienen más dificultad para definir este término que su contrario, es decir, identifican una actitud de mala fe cuando alguien oculta información relevante, da apariencia falsa sobre la situación o insinúa cosas, de tal modo que lleve al otro a conclusiones erróneas.
El hecho es que algunas personas aprenden que es beneficioso ocultar su verdadera motivación para alcanzar sus metas. En lugar de preguntar o pedir directamente lo que quieren, inventan razones superficiales para sus solicitudes o para justificar sus acciones. Lo bueno del caso es que siempre terminan dejando pistas. Incluso cuando no detectamos ningún indicador en su expresión corporal que delate que sus intenciones no coinciden con lo que aseguran en sus declaraciones, debemos fijarnos cuidadosamente en cómo acompañan los hechos a sus palabras. Hemos conocido por los medios que el PSOE tiene previsto proponer una reforma legal para evitar que si se produce la repetición de las elecciones generales, por tercera vez, se celebren el día de la próxima Navidad. La modificación de la ley orgánica consistiría en reducir de 15 a 7 días la campaña electoral, de manera que si hubiera repetición elecciones, se celebrarían el 18 de diciembre y no el 25.
A veces uno duda que se puedan cometer un mayor número de errores en menos tiempo. La gestión que hizo la dirección del PSOE del tiempo post electoral del 20-D rozó la catástrofe, como demostró el resultado de las elecciones de junio. Sin embargo, no parece que vaya a gestionar mucho mejor el momento actual.
El anuncio de la reforma que plantea la cúpula socialista, y que apoya Podemos y Ciudadanos, es negativo para el partido socialista por dos razones. La primera de ellas coloca a los socialistas como responsables de una nueva convocatoria electoral. No será la incapacidad del Sr. Mariano Rajoy para alcanzar acuerdos que le proporcionen los apoyos suficientes la que nos conduzca a las urnas, el responsable según los adversarios de los socialistas será el Sr. Pedro Sánchez que lo tenía calculado.
Sólo quien está trabajando para que haya nuevas elecciones está pensando en propuestas que le puedan beneficiar en una nueva campaña electoral. Eso es, precisamente, lo que interpretaran muchas personas después de leer los medios de comunicación cuando ni siquiera se ha celebrado la investidura del Sr. Rajoy. Los españoles están ya demasiado cansados del sainete político y penalizaran duramente al responsable de unas elecciones que no quiere nadie. La segunda de las razones estriba en la doble intención que encierra una propuesta semejante. La única manera de seguir retrasando sine die la renovación de una dirección política, que tenía una vida prevista de poco más de un año y va camino de triplicar su mandato, es volver a ser el candidato del PSOE porque nadie quiera competir por ocupar el cartel electoral. Las dos razones que son negativas para los intereses socialistas también lo son para los intereses de España, que busca a un lado y a otro del espectro político líderes capaces de sacar del limbo el normal funcionamiento de las instituciones. La situación se resume con uno de los peores gobiernos que ha habido y que, además, lleva casi un año en funciones, con una oposición que no ha funcionado, con un parlamento sin funciones y, entre medias, la legislatura más corta de la historia en la que a quien escuchamos no es a los parlamentarios, ni siquiera es a los partidos políticos, sino a sus aparatos respectivos. Eso sí, después de escribir estas líneas empiezo a dudar de su título. Quizá no son intenciones tan ocultas, aunque se haya intentado que lo sean.
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