Luis Alejandre

Interpretar la historia

Bien sabe el lector que los conceptos historia y objetividad no siempre caminan de la mano. Bailén aparece en el Arco de Triunfo de París como victoria napoleónica, cuando aquí conmemoramos lo contrario. El hundimiento del «Maine» en el puerto de La Habana fue para unos provocación y atentado nuestro, para otros un trágico accidente fortuito.

Rusia, con su carismático líder Putin al frente, ha conmemorado los 70 años de la victoria de la URSS sobre la Alemania nazi, presentándola como la que más méritos y sufrimientos realizó para derrotar a Hitler. Menos mal que en sus discursos ha «valorado positivamente» el esfuerzo de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia, cuyos líderes habían decidido no acompañarle en los actos centrales de la Plaza Roja de Moscú. No es justo olvidarse de los miles de jóvenes de estos países y de muchos otros –Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Irlanda etc– que dejaron su vida por tierra, mar y aire luchando contra las tropas de Hitler.

Resalto las fechas –«1941-1945»– que en gran formato presidían los muros del Kremlin, ante el que desfilaron con impresionante marcialidad más de 16.000 soldados. Para ellos su Gran Guerra Patria, como la llaman, comenzó en 1941 y terminó –en esto coincide con las demás naciones aliadas– en 1945. Para nuestra historia la Segunda Guerra Mundial empezó en 1939, incluso algunos avanzan las fechas, a los estallidos sociales y guerras en España y Grecia que ya suponían un grave enfrentamiento entre ideologías, lo que llevaría nuevamente a Europa a una irremediable confrontación.

¿Por qué este vacío histórico 1939-1941 que no conmemora Putin? Olvida su invasión a la Polonia Oriental en septiembre de 1939 o el Pacto Germano Soviético por el que Lituania, Estonia y Letonia se convertían en zona de influencia soviética a cambio de concesiones territoriales a Alemania en la línea del Bug. O el ataque a Finlandia de finales de noviembre de 1939 –por el que fue expulsada de la Sociedad de Naciones– consiguiendo el istmo de Carelia y el derecho de paso por el territorio de Petsamo. O cuando obligó a Rumanía a ceder la Bukovina del Norte y la Besarabia en junio de 1940. Y mientras el occidente de Europa sufría la invasión de las tropas germanas, Molotov visitaba Berlín invitado por Von Ribbentrop que le proponía su adhesión al Pacto Tripartito ofreciéndole la partición del Imperio británico y la conversión de Persia y la India en zonas de influencia soviética. Molotov pedía además que Finlandia, Bulgaria, Turquía, el Golfo Pérsico y la isla de Sakhalin pasasen a pertenecer a la URSS. ¡Y no estaban en guerra!

Incluso sin saber Stalin que el 18 de diciembre de 1940 Hitler firmaba la «Operación Barbarroja» que preveía un ataque rápido a su territorio en 1941, en enero de este año firmaba un nuevo tratado comercial germano-soviético, reconociendo la nueva situación en los Balcanes.

Finalmente, sin declaración de guerra, Hitler atacaba a la URSS el 22 de junio de 1941 apoyada por tropas de Rumania, Italia, Eslovaquia y Hungría. Aquí es cuando considera Rusia que empieza su Guerra, la que llevan sufriendo dos años antes Polonia, Francia, Holanda, Inglaterra, Bélgica o los Balcanes.

Putin, el nueva zar, está obsesionado con darle a Rusia la grandeza de gran potencia que tuvo y que en ciertos aspectos retiene. Su enorme espacio geográfico, su situación a caballo entre dos continentes, su propia historia, busca en el orgullo patrio su principal fuerza de cohesión. Por esto no le vino mal que líderes occidentales –Estado Unidos, Francia e Inglaterra– no le acompañasen en la tribuna del Kremlin. «Son los mismos que alimentaron y siguen alimentando a la OTAN»; «por culpa de su política agresiva tuvimos que crear el Pacto de Varsovia»; «son los mismos que actúan en Ucrania»; «los que emplazan baterías de misiles cerca de nuestras fronteras».

Tras el brillante desfile de la Plaza Roja, una marcha civil del llamado «Regimiento Inmortal» formada por cerca de medio millón de personas recorría Moscú, portando fotografías de sus familiares muertos en la Guerra junto a Lazos de San Jorge, el emblema zarista de la Victoria. ¡Estrellas rojas junto a San Jorge! Entre ellos, fundido con su pueblo, iba Putin portando la foto de su padre, un marinero que sobrevivió al conflicto. Rusia recurre lógicamente al patriotismo, cuando sabe que siete de cada diez familias rusas sufrieron bajas en el conflicto. Ban Ki Moon, el secretario general de Naciones Unidas quedará impresionado con esta manifestación, mucho más que con el aguerrido y brillante desfile. «Tiene usted, querido Putin, el afecto y apoyo de su pueblo. Lo acabo de ver». ¡No necesitaba escuchar otra cosa el moderno zar!

Nadie se refirió a las anexiones. Nadie, a que la entrada de las tropas rusas significaba para muchos países el inicio de un prolongado periodo de tiranía comunista.

Una vez más, la Historia interpretada a conveniencia.