Alfonso Merlos

Intransigentes y fariseos

Así son ellos. Extremadamente tramposos en sus planteamientos. A veces demagogos, otras embusteros, a ratos simplemente unos fariseos. Lo que clama al cielo es que estos separatistas de barretina y butifarra pidan constantemente respeto a las minorías en su relación con el Estado español pero luego menosprecien y maltraten y aplasten a quienes en el interior de esa hermosísima región no constituyen posiciones mayoritarias (¡viva Cataluña!).

Porque en la estrategia de los independentistas respecto de la educación en castellano, digámoslo claramente, estamos ante un caso de prevaricación y mala fe. Prevaricación, porque se pronuncie el Tribunal que se pronuncie amparando el español en las aulas ellos vulneran sentencia tras sentencia, lo que tendrían lisa y llanamente que acatar. Mala fe, porque ridiculizan según ellos a los cuatro o cinco padres que hacen esta petición. Aunque sean cientos, ¡o miles! ¡Qué más da!

Y sin embargo hay algo muy interesante en el panorama que se abre desde este momento. Se multiplican exponencialmente las familias que no sólo quieren lo mejor para sus hijos (¡eso son todas!) sino que lo reclaman a sabiendas de que los magistrados les reconocen que tienen la ley y la razón de su lado. Es una forma de perder el miedo. De diluir el temor al «qué dirán». De dar un paso adelante en el camino siempre pedregoso de la lucha por la libertad.

Es la clave. Porque la consecución plena de la libertad no es lo que hace felices a las personas, es lo que las hace auténticas personas. Y hay una obligación colectiva, esencialmente ética, de dar aliento y fuerza a esos padres y esas madres que se niegan a emigrar al resto de España, a esa buena gente que sólo busca el ejercicio de sus derechos sin cortapisas. Vamos a salvaguardarlo. Van a ganar esta batalla. Por su bien. Por el de todos los que podemos caminar sin gafas de sol y con la cabeza alta.