Cataluña
Justicia mayor
Argumentos de jardín de infancia. Defensa de parvulario. Si la operación contra la corrupción en Convergencia es una vil maniobra del perverso Estado español, ¿qué hace esa obscena maquinaria policial y judicial que no mueve un dedo contra Esquerra Republicana y la CUP? En efecto, estamos ya es una realidad desbordante y nauseabunda, ante un hecho patético e incontestable: al señor Mas no le taparía sus vergüenzas ni una estelada de las dimensiones del Camp Nou o la Sagrada Familia. Las fechorías se han amontonado hasta conformar una cordillera de horribles delitos políticos y económicos.
No. En el golpe al corazón financiero de su partido no asoma por ninguna parte una ofensiva espectacular, sobredimensionada o prevaricadora como insinúan o declaran abiertamente algunos de los apóstoles de la independencia de Cataluña que rodean al protomártir Artur. Pero, sobre todo, no hay caza mayor en este momento de la jugada sino Justicia mayor, que es algo muy distinto. Ése es el objetivo que se persigue: legal, legítimo, necesario, higiénico. La tarea complicadísima de drenar un maloliente estanque lleno de fango, vaya usted a saber si del 3 o del 15%.
Es obvio que al intocable se le ha estropeado el día de su firma. Pero esa mancha no habría tenido razón de ser si los contables de CDC no tuviesen tanta pasión por la trituradora de papel como por la calculadora. Porque se les ha pillado con las manos en la masa. En tiempo presente.
Que nadie se llame a engaño. No se dirimen aquí actuaciones superpretéritas. Son las de anteayer, las de hoy. Las que han protagonizado, presuntamente, quienes con una mano agitaban los trapos de su patrioterismo fatuo mientras con la otra nos metían la mano en la cartera. Así de simple.
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